Por: Omar Feliciano (@tipographo) y Ana Avila (@anaavilamexico)
Yomaira Ortiz, esposa del cantante de reggaetón, Wisin, declaró ante medios de Puerto Rico que se negaría a abortar aunque en el quinto mes de su embarazo se detectó en el feto un trastorno genético de alto nivel de mortalidad. El viernes pasado, a través de las redes sociales, dio a conocer que su hija Victoria, de un mes de nacida, había fallecido debido a las complicaciones provocadas por el trastorno genético.
Yomaira celebró el mes de vida de su hija y expresó vivir su dolor a la luz de su fe. Yomaira decidió, de acuerdo con su conciencia, sobre su embarazo y los cuidados de su hija, pudiendo darle la mejor atención médica mientras vivió.
Victoria, la hija de Wisin y Yomaira, tenía trisomia 13, un desorden que ocurre cuando hay material genético extra, en este caso tres copias del cromosoma 13. El trastorno resulta en una larga lista de afectaciones en las extremidades, malformaciones en sus órganos internos y el cráneo, entre otras, que aseguran un alto nivel de mortalidad: la mayoría no sobreviven el primer mes, tres de cuatro lo hacen antes de los seis meses y 90 por ciento muere antes del año de nacimiento.
Yomaira tuvo la posibilidad de actuar conforme a sus creencias. Es probable que se le haya ofrecido la opción de interrumpir el embarazo dado que publicó en redes sociales que no lo haría. No todas las mujeres en situaciones similares tienen la misma posibilidad de decidir.
En México y Latinoamérica se han dado casos dolorosos en los que a las mujeres se les prohíbe abortar. Está la historia de K.L. contra Perú, quien quedó embarazada luego de haber sido violada. Más tarde se enteró de que el producto era anencefálico, pero ni por el abuso sexual ni por la anencefalia le autorizaron el aborto. K.L. fue obligada a amamantar a su hija, que sólo vivió cuatro días. Después de su muerte, ella cayó en una profunda depresión.
Desde luego los casos de Yomaira y K.L. son diametralmente diferentes, pues un embarazo deseado dista mucho del que es producto de una violación, además de los factores socioeconómicos. Sin embargo, aquí entran en juego el mismo tipo de preguntas y reflexiones.
Yomaira tuvo la opción de decidir, K.L. no. Seguramente, el duelo de la primera no es fácil, pero en el caso de K.L. era el duelo, más la violación, más los tratos crueles y degradantes de las autoridades judiciales y de salud. Las mujeres en estas situaciones deberían contar con el apoyo de las autoridades para poder decidir lo que les dé tranquilidad emocional. Está en el ámbito de su vida privada la manera en que resuelven la decisión que tomen. Sin embargo, siempre será responsabilidad del Estado el darles posibilidades para que su salud mental, emocional y física quede resguardada y no al revés, tomar decisiones por ellas, lastimándolas y provocándoles consecuencias que agravan el daño de origen.
En México en 14 estados es legal abortar cuando el producto presenta alteraciones genéticas o congénitas graves e incompatibles con la vida. Lo cierto es que a diferencia de Yomaira, las mexicanas enfrentan obstáculos estructurales para actuar conforme a su conciencia, muchas ni siquiera pueden acceder a cuidados prenatales adecuados, por poner un ejemplo muy sencillo.
“Un aborto puede ser un acto de amor”, lo ha expresado la genetista Patricia Grether al hablar de la detección de problemas genéticos y cromosómicos durante la gestación en referencia al diagnóstico prenatal y el aborto. Señala también que quienes interrumpen prefieren mantener el procedimiento en secreto, debido al estigma social.
Toda esta discusión es aún más relevante con el aumento de casos de Zika y la posibilidad de aumento de casos de microcefalia asociados. Las mujeres no sólo tienen derecho a vivir en condiciones dignas que impidan la transmisión del Zika, sino también debe asegurarse su derecho a la salud y a la posibilidad de interrumpir su embarazo cuando la viabilidad del producto sea casi nula.
La decisión que se tome debe ser siempre con fundamento en la autonomía de la mujer embarazada, que ésta cuente con información clara, veraz, oportuna y relativa al diagnóstico, tratamiento y pronóstico de la alteración genética y/o malformación que se detecte en el producto.
La decisión que tomó Yomaira, fundamentada en su fe y su libertad de conciencia, no es la que tomarían todas las mujeres. Es el Estado el que debe de garantizar la interrupción en los casos donde la mujer no desea enfrentar un embarazo llevado a término, un parto/cesárea y un duelo por un recién nacido o nacida. Que nos sirva la decisión de Yomaira para reflexionar sobre la agencia, la libertad de las mujeres y las responsabilidades del Estado para asegurar que se cumpla la voluntad de quién no decidiría como Yomaira.