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Un hombre joven compra a un anciano fuerte y sano para que sea su cuidador. El primero, Iván Ramírez, está destinado a morir a los 35 años, mientras el segundo, Augusto sin apellido, lleva décadas viendo morir a sus dueños. Los días pasan y su relación se tensa. Augusto se cae espontáneamente y sin aparente razón, lo que desespera a Iván Ramírez. Esta dinámica es la trama de “El hombre que cae”, el último y quinto cuento del libro Las Muertes.
Publicado a finales de 2023 por Angosta Editores, Las Muertes es el primer libro de Santiago Ospina Celis (Colombia, 1993). Él dedica sus palabras en construir ambientes que muestran la complejidad, sin sentidos e interdependencia entre la ternura y la crueldad. El alcance de su propuesta no es menor. Santiago es capaz de abrir espacios mentales en donde la ansiedad, melancolía y esperanza fluyen libres.
Además de la belleza de la escritura, Las Muertes cautiva a la lectora en una urdimbre de preguntas y dilemas. Entre las varias interrogantes con las que me enfrentaba en mi lectura, una que persistió fue el tema del cuidado a partir del cuento “El hombre que cae”.
“El hombre que cae” ocurre en una realidad en que la mitad de la población muere joven por una condición degenerativa —un guiño a la epidemia del VIH/SIDA y a la pandemia por COVID-19— y en donde el Estado colombiano ha permitido la construcción de un sistema de cuidado intensamente privatizado que se asemeja a un régimen esclavista. Este escenario ficticio aborda preguntas vigentes dentro del feminismo y la agenda del cuidado. ¿Cómo se sostiene una relación ética entre quien provee y quien recibe los cuidados en medio de lógicas de mercado? ¿Qué cuidado nos queda en el capitalismo salvaje? ¿Cómo resistir cuando las únicas opciones aparentes es “comprar” a alguien o “atenerte” al abandono estatal?
Las anteriores preguntas tienen un matiz adicional al considerar que los protagonistas del relato son dos hombres. Iván Ramírez está cercas de su muerte pero resiste a ser cuidado, mientras Augusto preserva la vida del primero con profunda abnegación pero sin llegar a “ser dulce”. El cuidado es un campo de disputa en esta trama. Ahí, me cuestiono: ¿qué condiciones hacen que los hombres cuiden? ¿Cómo el cuidado, que ha sido una tarea feminizada, puede ser incorporada por las masculinidades? ¿Queremos eso?
El debate sobre cómo las masculinidades ejercen el cuidado (también denominadas “masculinidades cuidadoras”) es un pendiente en la agenda. Si bien el feminismo ha expuesto la desigualdad en la distribución del trabajo doméstico entre hombres y mujeres, no hay conversaciones y los recursos disponibles son pocos.
Aunque el cuidado es el tema central solamente de “El hombre que cae”, creo que Santiago deja otros retratos de masculinidades cuidadoras a lo largo de Las Muertes. El primer cuento, “El juego de la selva”, trata de un padre que, frente a la muerte de su pareja, cría a su hija a partir de una dinámica cruel de imitar animales. El segundo, “Las manos”, sigue a un varón que cuida a su hermana, que se creía desaparecida, a través de técnicas de encierro mientras lidia con el arrepentimiento de haber fallado en proteger a su difunto sobrino. El tercero y cuarto, “La broma” y “La enterradora” respectivamente, son historias que parten del hecho de que un hombre decidió no cuidar a su red de apoyo.
El cuidado proveído por esos hombres ficticios es silencioso y abusivo. Estas características no son casualidad en el libro. Santiago, en una conversación conmigo por motivo de esta reseña, señala que los varones aprenden a cuidar a partir de una doctrina silenciosa. Esto recuerda al libro The Meanings of Macho: Being a Man in Mexico City de Matthew C. Guttman, en donde expone cómo los padres en colonias populares de la Ciudad de México asumen responsabilidades domésticas sin tener referentes o enseñanza previa en la materia. Ellos cuidan de manera intuitiva y rescatando lo que alcanzan a observar a su alrededor.
Por mi parte, agregaría que los hombres también aprenden a cuidar desde una “pedagogía de la crueldad”. Este concepto de Rita Segato describe las prácticas, como son los proyectos de muertes y empresas extractivistas que proliferan en América Latina, que habitúan la deshumanización de la vida. Más allá de enseñar a matar, estas merman la empatía y programan a que los hombres repliquen la dominación en sus espacios domésticos. Esto es preservar la vida de otres a través de formas hostiles, perversas y denostadas, a pesar de lo paradójico que resulte.
Esta realidad descarnada que representan los personajes de Las Muertes deja un rastro de incomodidad y ansiedad. ¿Cómo sostenemos una vida preservada en el silencio y abuso? ¿Qué esperamos de las masculinidades cuidadoras en un contexto de precariedad y violencia? ¿Cómo cambiamos? Santiago no ofrece alguna respuesta, pero sí un espacio fértil para seguir conversando.
Geras Contreras es un nerd del feminismo. Su dieta consiste en libros que devora, postres que hornea durante las noches de insomnio y martini seco mezclado, nunca agitado.
22 octubre 2024