El deporte es cissexista
Banner del blog “El deporte es cissexista”. Contiene la ilustración de una persona que sostiene un par de mancuernas.

El deporte es cissexista

Por Geras Contreras

Detesto ir al gimnasio. Una de las pocas actividades que no soporto. De hecho, una amiga logró hace un par de años que me inscribiera a uno, pero las cosas no terminaron bien. Sólo fui por exactamente 30 días que pagué de mensualidad, ni un día más. 

Puedo hacer una lista de todo lo que desprecio de los gimnasios. Su poca gestión de riesgos de protección civil, su ambiente dominado por cuerpos masculinos hegemónicos, sus absurdas cuotas de pago, por mencionar algunas. En ocasiones, algún amigo —sí, suele ser hombre gay con ingresos mayores a los míos— intenta convencerme de lo contrario. Pero, más allá de cualquier razón pragmática a ser debatida, tengo una sensación que sostiene mi inflexión sobre los gimnasios y, en extensión, a todo lo relativo al deporte. Esta es que yo no me siento bienvenide. Mi cuerpo queer carece de un lugar entre mancuernas y balones.

Ilustración de dos brazos. Las manos tratan de colocar piezas de rompecabezas pero no encajan.

Los centros deportivos, como el resto de nuestro entorno, operan bajo el paradigma cissexista. Sus instalaciones y actividades están clasificadas de forma binaria, cosas-para-hombres y cosas-para-mujeres. Sin embargo, el ámbito del deporte se distingue de otros porque vigila a los cuerpos de forma descarada. Máquinas que calculan tu velocidad y peso; exámenes para determinar cuánta testosterona fluye al interior, y reglas precisas sobre cómo colocar tu cuerpo dependiendo de tu sexo/género. Esta red de elementos sostiene una división artificial de las categorías deportivas (femenil-varonil) que excluye al resto de cuerpos que no se ajustan a ese binario.

El deporte (re)produce el orden binario de sexo/género. Aun así, siempre han existido esfuerzos para resistirlo y demostrar que todas/es/os nos podemos ejercitar y competir. Algunos ejemplos notables son la estadounidense Kathrine Switzer, la primera mujer en correr un maratón de forma oficial en 1967, o la neozelandesa Laurel Hubbard, la primera mujer trans en competir en Juegos Olímpicos.

Fotografía en plano general donde se retrata una carrera. Se ve a varios hombres alrededor de Kathrine Switzer, entre ellos al director de carrera intentando sacarla del recorrido.

A pesar de estos actos de resistencia y reforma, hay voces ultraconservadoras y de feministas transexcluyentes que buscan proteger la lógica cissexista del deporte. Ellas denuncian que la inclusión de personas trans —aunque sólo se refieren a las mujeres trans— representa un riesgo para la competitividad porque “son hombres que poseen una ventaja y que se escabullen en categorías femeniles para ganar medallas”. Antes que nada, quiero dejar en claro que es un discurso de odio. Estos argumentos pretenden borrar a las personas trans al negarles su identidad y suponer que su proceso de reafirmación de género obedece a motivos inmorales. 

Estos discursos de odio no sólo son difundidos por plataformas ultraconservadoras. Muchas y muchos participan en su difusión. La forma más frecuente es cuando alguien, al referirse a una deportista trans, dice: “no soy facho, pero es que ella es más fuerte porque nació con pene”. Aun respetando los pronombres elegidos, esta frase es cissexista. Su punto central es que el sexo biológico determina toda la vida y, sobretodo, el deporte. Si eso fuera cierto, nacer con pene sería igual a ser automáticamente un campeón olímpico mientras que nacer con vulva sería sinónimo de perdedora. Pero la evidencia científica ha demostrado que las personas trans no presentan ventajas significativas sobre sus contrapartes cisgénero y que el rendimiento depende de una amplia gama de factores, que incluye la fisionomía, la edad en que se empezó una terapia de reemplazo hormonal, el tiempo de entrenamiento y el tipo de deporte a practicar.

Varios y varias prefieren reducir las capacidades deportivas a un asunto de genitales. También optan por proteger los mitos cissexistas. Este respaldo social al orden binario de sexo/género es el último desincentivo para que yo quiera ir al gimnasio, estadio o cualquier espacio deportivo. Entiendo que mi exclusión conlleva consecuencias negativas sobre mi cuerpo, pero las asumo desesperanzada. Prefiero el aislamiento sobre la inspección y el cuestionamiento.

Espero estar equivocade y que haya muchas/os/es que resistan a las normas cissexistas del deporte. Pero he decidido no afrontar esta pelea. Mientras haya actores antiderechos difundiendo mensajes que respalden el cissexismo del deporte y un público que lo reitera, yo seguiré detestando ir al gimnasio. 

Fotografía de Geras. Elle es una persona que tiene el cabello rizado a la altura del hombro. Se le ve hablando detrás de un micrófono.

Autore

Geras Contreras es un nerd del feminismo. Su dieta consiste en libros que devora, postres que hornea durante las noches de insomnio y martini seco mezclado, nunca agitado.

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