Passing en la playa
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Passing en la playa


Por Geras Contreras

Gritábamos por las calles de Mazatlán en dirección al after. Alma, Elay, Naye, Víctor y yo caminábamos confiados en que no estábamos tan pedxs y que podríamos aguantar otras tres horas de fiesta. 

Llegamos al sitio. Nos recibieron tres bouncers. Uno se dirigió a Víctor y dijo: “Son 50 de ti, las chicas entran gratis”. Víctor se detuvo y expresó que era injusto. Alma, desde atrás, volteó la cara y pidió que no empezara con sus dramas. Yo iba abriendo mi monedero con la mirada baja y sentí cómo Naye me tomó del brazo mientras levantaba la cara con esa expresión de indignación que le conozco bien. Creía que la noche se tornaba una escena en cámara lenta.

Víctor siguió y dijo: “Nos cobran a los que somos”. La embriaguez se me bajó en milisegundos. Yo sabía a qué se refería. Él estaba pidiendo que todas las personas con pene pagáramos cover. 

“No le hagas caso, ya cóbrale a él”, sentenció una de lxs bouncers. Víctor volteó hacia nosotrxs y aceptó.

Me quedé en silencio. Repasé mi outfit y miré hacia la entrada. ¿Lxs bouncers piensan que soy mujer cis o mujer trans?

He escrito decenas de páginas para tratar de entender qué sucedió. Las siguientes son las primeras palabras que decido compartir.

¿Qué sucedió aquella noche? Yo, una persona queer, pasé como mujer. 

“Passing”, o “pasar por…” en español, es aquella interacción social en que una persona es aceptada como parte de un grupo distinto al que pertenece. Este término se utiliza para la experiencia de personas LGBT+ que son leídas como cisgénero y heterosexuales. 

Julia Serrano, escritora trans, señala que “pasar” también da acceso al privilegio cis-sexual. Esto es la posibilidad de no ser vistx como alguien que transgrede la norma social y, por ende, de no ser excluidx, pero con la condición de que nadie descubra la “verdadera identidad”. 

Aquella noche en Mazatlán yo accedí a este privilegio y sus beneficios fueron varios. Primero, me ahorré 50 pesos. Segundo, y más importante, me recubrí de la normalidad. Nadie tuvo el interés de interrogar mi existencia ni nadie me percibió como aquel ser en donde depositar su prejuicio.

He escuchado y leído distintas opiniones del passing. Para ciertas personas, pasar es un acto de engañar o hacer fraude. Para otrxs, pasar es el sueño erróneo que tienen las personas, quienes no quieren aceptar “su verdad”. La primera opinión es popular en espacios cisheterosexuales para justificar la violencia y la segunda se escucha dentro de espacios reivindicados como “progres”, “autogestivos” y “queer”. A pesar de su diferencia, ambas opiniones sugieren que la persona que pasa es la única responsable en este relato. Sin embargo, esto dista del hecho sociológico. 

En su libro Clearly Invisible, Marcia Alesan Dawkins describe que el passing es retórico porque implica un discurso intercambiado entre distintos actores y limitado por la estructura social. Ella explica que en esta dinámica existen personas con la función de “pasajerx”, “incautx” y “clarividente”. 

Pasajerx es aquella persona con una identidad ambivalente que decidirá cómo expresarse hacia otrxs, que serán lxs incautxs. Ellxs aceptarán la identidad de pasajerx de acuerdo con sus creencias y prejuicios. Por su parte, clarividente conoce el origen y contexto del primer actor por lo que tendrá el poder de apoyar u obstaculizar el passing. 

De manera sencilla, el passing ocurre cuando una primera persona lo hace, otra lo cree y una tercera mantiene el secreto. 

En aquella noche, yo fui le pasajere. Soy una persona queer que decidió maquillarse y usar ropa de la sección de mujeres. A pesar de mis intenciones, mi look entró en los criterios convencionales de feminidad. Cuando llegamos al antro, el y las bouncers tomaron el papel de incautxs. Ellxs no sabían nada de mí y tampoco me pidieron mi identificación. Así, ellxs observaron mi atuendo y que estaba alrededor de mujeres, por lo que su razonamiento lógico les indicó que yo era una mujer. 

Luego, Víctor entró a la escena. Él era clarividente porque conoce cómo me identifico, qué pronombres utilizo y, particularmente, me conoció cuando tenía una expresión masculina. Cuando Víctor reniega sobre el cover, a la par se pregunta si revela o no que soy una persona con un pene que viste ropa femenina, pero decide no hacerlo. Su silencio garantiza que haya “pasado”. 

Nunca pretendí engañar a alguien ni me levanté con el deseo de “ser mujer”. Sin importar eso, mis acciones y las de otras personas causaron que yo fuera asumida como una mujer. 

Pero, sigo regresando al recuerdo de aquella noche. Un amigo estaba a punto de exponerme. Pienso en qué lleva a que alguien (clarividente) obstaculice el “pasar” de una persona (pasajerx). Me preguntó en qué momento esto es transfobia o accidente.

Entiendo a la transfobia como las actitudes y respuestas hostiles en contra de las personas que se perciben como transgresoras del binario de género. Pero, existen actos y expresiones hirientes que no están motivadas por el prejuicio, más bien por el descuido e ignorancia. Propongo comprender que éstos son acciones desde el privilegio cis-sexual porque son consecuencia de que las personas cisgénero suponen que su vivencia es la única y apropiada. 

Cuando Víctor objetó ser el único a pagar, su reacción se debió a que no entendía por qué él y las bouncers me extendían el beneficio de no cover a mí, si no soy mujer. De hecho, él y yo nunca antes habíamos ido juntxs a un antro donde diferenciaran el costo de entrada por género. No tenía una experiencia anterior para orientar su acción y tampoco sabía que yo estaba “pasando”. Aun así, Víctor comprendió (tarde) que la consecuencia de sus actitudes me iba a vulnerar. 

Su actitud fue incómoda para mí, pero no fue hostil o con la intención de señalarme como lo raro. Él reaccionó desde su privilegio cis-sexual y sólo tuvo que recordar que estaba con une amigue queer, a quien el resto de las personas se refieren en femenino. De hecho, Víctor aprendió sobre mi passing hasta hace unas semanas.

Habían pasado tres días desde aquel after. Yo estaba sobre un camastro, mientras Alma y Víctor habían entrado al mar.

Me seguí preguntando cuánto tiempo hubiera tomado para que Víctor delatara “mi secreto”. 

Trataba de no pensar más en ello. Me aburro y veo que Víctor me hace una señal para que vaya con ellxs. Entré al mar y empezamos a discutir la idea de un emprendimiento de “boxeo acuático”. Nos cagamos de la risa. 

Pasamos la siguiente hora imaginando mundos, superpoderes y escenarios improbables. Ahí y entre nosotrxs, no importaba mi género.

Veo a Víctor y siento nuestro cariño. Pienso en la infinita paciencia que me tiene cuando yo estoy en mi mood alternativo para elegir a qué restaurante ir o cuando le digo que no pienso acompañarlo a pasear porque prefiero quedarme a leer. También recuerdo todos sus esfuerzos, tal vez torpes y confusos, de usar pronombres y expresiones neutras para referirse a mí.

Decido dejar esta preocupación. Me doy la vuelta y una ola llega para revolcarme hasta la orilla del mar.

 

Autore

Geras Contreras es un nerd del feminismo. Su dieta consiste en libros que devora, postres que hornea durante las noches de insomnio y martini seco mezclado, nunca agitado.


15 noviembre 2023


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