Somos un blog con harto limón y feminismo. Nuestros temas favoritos son autocuidado, diversidad, menstruación, maternidad, infancias, amor romántico, política, derechos reproductivos y mucho más. ¡Ponle limón a tus días leyendo nuestras publicaciones!
Mi pareja y yo nos casamos en 2015 y, la verdad, desde entonces ya estaba dispuesta a tener un bebé. Pero pasaron los años y aunque acudía a consultas y hacía tratamientos que se denominan “de baja complejidad” nunca lo logré. De repente, sentí algo en mi cuerpo que me hizo pensar que estaba embarazada, sin consultas o tratamientos de por medio, en un periodo en que había decidido llevar el asunto con mayor calma. Y sí, estaba embarazada. ¡Qué emoción y qué felicidad! Mi pareja y yo no pudimos aguantar las ganas de compartir tan maravillosa noticia con nuestros padres, hermanos y hermanas. Jamás pensamos lo que podía ocurrir. Error de súper novatos.
En la consulta de las ocho semanas la doctora nos dijo que parecía que no había un bebé, que lo que se veía era el saco vacío. “Huevo huero”, lo llamó. En ese momento sentí que todo se me venía encima, que mis ilusiones se derrumbaban por completo. Salí destrozada de esa consulta, en la que la doctora indicó esperar más semanas para corroborar “el diagnóstico”.
Las esperas así son terribles, son momentos donde el desánimo, la tristeza y la desesperanza luchan con la necesidad de tener paz. Y pues el final de la espera llegó, con el peor desenlace.
No tenía un bebé en gestación. Vaya tontería. Vaya cuestión sin sentido para mí. No lo podía entender y no sabía siquiera que podía suceder. Además, lo estaba viviendo como una terrible pérdida, aunque para las demás personas no era nada.
¿Y qué seguía? Aparte de llorar a mares, devastada, tenía que pensar cuál tratamiento aplicaba a tan terrible situación. Debía tomar medicamentos y transitar por un aborto, un aborto sin embrión. Me parecía absurdo y doloroso a la vez. Y lo peor fue que los medicamentos no surtieron el efecto esperado, por lo que había que hacer un legrado.
Al saber esto, mi familia y mi esposo me apoyaron, pero yo no atiné a pensar ni decidir por mí misma. No sabía de las opciones que tenía para mi atención médica. Me llevaron a una clínica de abortos, donde sufrí muchísimo mental y emocionalmente. La pregunta de “¿por qué quieres abortar?” me desgarró por completo. Para mí fue un shock terrible. Tuve que explicar. Y nadie quiere explicar, nunca nadie debería dar explicaciones de nada sobre un aborto.
Después de eso, sólo recuerdo que no paraba de llorar y que desperté del procedimiento igual, llorando. En los siguientes días y semanas me costó mucho transitar la vida y dejar que mi ser lograra procesar las sensaciones y sentimientos que tenía tan vivos como si se tratara de heridas físicas. Me costó mucho sanar y sólo pude hacerlo con apoyo psicológico.
Mi “llegada” a terapia fue como encontrar una llave en la desesperación por salir de una situación que me aplastaba y ahogaba. La terapia me permitió salir del encierro y del sufrimiento interior que me estaba destruyendo, tomar aire y encontrar calma. Ahí pude expresar con palabras lo que estaba sintiendo, sacar mi frustración, mi enojo y mi dolor, y trabajar con la pérdida, tomar fuerzas y salir adelante.
Es mi deseo que toda mujer que pase por un aborto tenga al alcance acompañamiento psicológico si es que desea tenerlo, si le es necesario, no como un privilegio sino como un derecho. Yo sólo así logré transitar por esta difícil vivencia. Además, me gustaría que toda mujer que solicite un aborto tenga atención apegada a sus necesidades, porque esto es clave teniendo en cuenta lo diversas que son.
El tiempo y el apoyo terapéutico me permitieron resignificar el hecho en la amplitud de experiencias de mi existencia, y sé que ese proceso continuará.
No puedo evitar cerrar mi texto diciendo que al paso de los años y mediante un gran esfuerzo físico, mental, emocional y económico logré tener un hijo que hoy forma parte fundamental de mi vida. Pero esa es otra historia que, quizá, luego les contaré.
Vero Cobos (@VeroCobos) es Socióloga por la UNAM y Maestra en Cooperación Internacional para el Desarrollo. Ama cantar y disfruta la vida con tres perritas adoptadas (#AdoptaNoCompres) y un toddler 💜
7 septiembre 2023