El parto puede ser acompañado. ¿Y luego?
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El parto puede ser acompañado. ¿Y luego?


El pasado enero se publicó una ley en la Ciudad de México para que todas las mujeres puedan estar acompañadas por algún familiar durante el parto. Esta gran noticia implica una serie de retos para que se traduzca en un beneficio real para las mujeres.

En esta ocasión, invitamos a Hannah Borboleta, partera y directora clínica de la casa de partería Luna Maya DF, quien señala dos grandes desafíos para ello: el desconocimiento del parto fisiológico y la falta de autonomía de las mujeres para la toma de decisiones sobre su vida reproductiva.

Ya vamos para allá. Mi tía está muy nerviosa”

Oye, ¿pueden venir ya? Mi marido está intranquilo.”

Llevo tres contracciones en una hora y mi mamá dice que ya debo irme”.

Estas son las frases de muchas mujeres al principio de su trabajo de parto, quieren vernos lo antes posible. Las parteras nunca le negamos la visita a una mujer, aunque enfatizamos la importancia de que al inicio del trabajo de parto hagan su vida normal, ya que el “inicio” puede durar días.

Las mujeres son mamíferas y para que una mamífera dé a luz, necesita diferentes hormonas, como la oxitocina. Y para que esas hormonas actúen, necesitan calma y seguridad. Una zebra, por ejemplo, no parirá si la persigue un león: sabe que su vida y la de su cría están en peligro y sería mala idea parir en ese momento. Andrea Gómez, cuyo parto atendí, lo expresa así: “El proceso es duro, intenso y el dolor inexplicable en algún momento, pero lo que me quedó claro es que el acompañamiento empático facilita el proceso, por más duro que sea, porque al final de todo, somos mamíferos y necesitamos esa tribu, calor y contención para transitar los momentos duros.” (Puedes leer el relato completo aquí.)

Este proceso se llama parto fisiológico. La sociedad en general lo desconoce y es por ese desconocimiento que no se han generado las condiciones para apoyar ni a las mujeres ni su proceso.

Muchas veces las mujeres acuden con nosotras desde las primeras tres contracciones porque en casa el ambiente está tenso, su suegra piensa que se acaba el líquido amniótico, su madre piensa que el bebé se asfixiará con el cordón. Al mismo tiempo, su pareja consultó con un médico que es amigo de su tío que dice que como tiene 37 años, es “añosa” y puede morir en cualquier momento.

Las parteras somos de las pocas —si no es que las únicas— personas alrededor de las mujeres que creemos en ellas, confiamos en ellas, tenemos paciencia y respeto hacia sus procesos. Como guardianas del parto fisiológico, acompañamos la transformación física y emocional que supone el convertirse en madre. Ese proceso muchas veces tarda horas o días, y no siempre es fácil. Hay dolor, incertidumbre, dudas y más dolor. Las parteras entendemos que las mujeres necesitan un acompañamiento amoroso, paciente y seguro. No podrán parir si en el ambiente hay adrenalina, apuro, nervios y miedo.

El pasado 10 de enero se aprobó una ley en la Ciudad de México que garantiza el derecho de las mujeres a ser acompañadas durante sus partos. Sin embargo, la aprobación de esta ley se da en un ambiente de total desconocimiento del proceso normal del parto. Surgen muchas preguntas: ¿Cómo se implementará? ¿Cómo tendremos acompañantes capaces de sostener un clima de calma en espacios médicos que en general no tienen personas capacitadas para atender partos fisiológicos? ¿Cómo informar a las y los familiares acerca de la importancia de la tranquilidad y la confianza? ¿Cómo informar al personal médico?

Me pregunto también, ¿cómo ir más allá de pensar que la sola presencia de una persona acompañante hará que el parto sea más natural, menos violento y que se respeten las decisiones de las mujeres? La ley es un avance importante para el compromiso con las mujeres. Sin embargo, en un país como México, donde las decisiones de los varones suelen ser más respetadas que las de las mujeres, corremos el riesgo de que sean ellos quienes opinen durante el trabajo de parto y no ellas quienes tomen las decisiones sobre sus procesos.

Creo que estamos ante dos grandes retos. Por un lado, el hecho de que el parto fisiológico se desconoce en México y, por lo tanto, no se respeta. Por el otro, que la toma de decisiones durante el embarazo, el parto y el posparto debería estar en manos de cada mujer, y no es así.

Estoy en el mundo de la partería desde hace ocho años. Soy Directora Clínica de Luna Maya DF y durante estos ocho años he estudiado, documentado y compartido en diferentes congresos internacionales los saberes de mi profesión. Desde ahí me parece fundamental no solo criticar al sistema, sino también proponer soluciones para mejorarlo.

Hannah Borboleta, Partera y Directora Clínica de Luna Maya DF

El Estado debe fomentar y garantizar un ambiente de respeto hacia el parto fisiológico. Esto significa capacitar parteras e implementar el Modelo de Partería en todos los lugares donde se atiendan partos: hospitales, hogares y casas de partería. De lograrse, estaría contribuyendo a que 85% de las mujeres sanas que pueden tener un parto fisiológico lo tengan. El otro 15% sería atendido por obstetras y, con ello, el sistema de salud se equilibraría: las personas expertas en patologías podrían concentrarse en atender casos complicados y salvar vidas. Así sucede en países como Gran Bretaña o Nueva Zelanda, donde el parto es un proceso normal que se atiende en casa, hospital o casa de partería por parteras profesionales, quienes históricamente hemos atendido a las mujeres en sus embarazos, partos y pospartos.

El modelo de partería ha demostrado reducir la mortalidad materna y la violencia obstétrica. Las intervenciones disminuyen y la tasa de cesáreas se acerca al 15% que recomienda la Organización Mundial de la Salud. Una sociedad que se jacta de ser avanzada debe caminar hacia una transformación en donde las mujeres den a luz bajo el entendido de que el parto es un proceso clave que influye tanto en la vida de las mujeres como la de sus bebés.

Cierro regresando a las palabras de Andrea: “Que vivamos este proceso y todos los que involucran nuestro cuerpo con seguridad y no con miedo. Que nadie nos quite el poder que tenemos para sentir y saber qué es mejor para nosotras y que nos acompañen mujeres y hombres que respeten, apoyen y contengan nuestras decisiones para tomar fuerza y sentirnos seguras en nuestros propios cuerpos.”


7 marzo 2019


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