Feminismo como vacuna contra el gaslighting
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Feminismo como vacuna contra el gaslighting


Por Paco Cué

“Donald Trump is gaslighting you” insistía y repetía Don Lemon, destacado periodista de CNN, hace poco más de un año. Se refería a la desvelada estrategia de la Casa Blanca por alterar deliberadamente la realidad sobre el desastroso manejo que su gobierno estaba haciendo de la pandemia, tratando de sustituir hechos completamente verificables por “verdades alternativas” que provocaran un grado de confusión tal que a la población norteamericana le resultara imposible distinguir la realidad de la ficción. Los 76 millones de votos que obtendría en las elecciones de noviembre —afortunadamente insuficientes— demuestran que la estrategia fue bastante exitosa.

La estrategia del gaslighting de Trump no consistió únicamente en mentir. ¿Quién en la política no ha rendido falso testimonio, ocultado información, alterado los datos o comunicado verdades a medias? Sería más fácil encontrar un unicornio. No, para que el gaslighting funcione no basta con mentir. Se trata de una estrategia deliberada que, para funcionar, obliga necesariamente el recurrir a un conjunto de técnicas (perversas todas ellas) que consisten en una forma de manipulación de las víctimas.

Gaslighting (que podría traducirse como “hacer luz de gas” o “iluminar con lámparas de gas”) es una forma de manipulación psicológica en la que una persona o grupo siembra de forma encubierta semillas de duda en un individuo o colectivo, haciéndoles cuestionar su propia memoria, percepción o buen juicio. Su objetivo es que el abusador ejerza poder y control sobre otra persona a través de alterar completamente la percepción de la realidad que tiene su víctima.

El término gaslighting proviene de una obra de teatro británica escrita por Patrick Hamilton que fue puesta en escena en 1938, y llevada a la pantalla grande por primera vez en 1940. Narra la historia de un hombre —obviamente— que trata de convencer a su propia esposa y a extraños de que ella se ha vuelto loca, alterando pequeños elementos de su ambiente como cambiar la iluminación —provista por lámparas de gas— o moviendo de su lugar objetos cotidianos, insistiendo en que es ella quien se equivoca, lo recuerda incorrectamente, e incluso sugiriendo que lo está imaginando, fruto de su “evidente” paranoia y esquizofrenia. Todo con el objetivo de que el esposo no sea descubierto en alguna de sus múltiples fechorías (robo, homicidio, infidelidad).

Gaslight Movie

Gaslight, 1944

Muy pronto la psicología clínica acuñaría el término gaslighting para describir una forma de abuso mental, en la que una persona (el abusador) adquiere deliberadamente el control sobre otra a través de la inducción y la manipulación de falsas creencias —frecuentemente delirantes—, creando un mundo de hechos y verdades “alternativas” que destruyen completamente la percepción de la realidad de la víctima, obviamente, en beneficio de los intereses del abusador.

Tristemente, como toda técnica de manipulación que ha demostrado ser efectiva, era cuestión de tiempo para que abusadores y bullies como Donald Trump comenzaran a usarla en política en contra de millones de electores, en donde lamentablemente ha sorprendido por su altísima eficacia y rentabilidad a la hora de hacerse y mantenerse con el poder.

La estrategia política del gaslighting podría resumirse en tratar de convencer a las y los ciudadanos (especialmente tus partidarios) de que lo que están viendo, leyendo o atestiguando sobre las acciones de un gobierno, partido político o personaje, no es “lo que en realidad está sucediendo”. Ni siquiera tienen que convencer a la ciudadanía sobre la existencia de una realidad alternativa; con el mero hecho de que las personas duden de sus propios sentidos y de su buen juicio sobre los acontecimientos políticos que están sucediendo, han conseguido su objetivo: que sea imposible distinguir la realidad de la ficción que ellos están inventando.

Los psicólogos George Hagman y Harry Paul, al analizar los esfuerzos de Trump para alterar la realidad sobre su manejo de la pandemia, elaboraron una serie de principios que podrían resumir perfectamente en qué consiste una efectiva estrategia de gaslighting político:

• Miente según sea necesario
• Ataca a cualquiera que contradiga tu mensaje
• Exagera tus logros y tus acciones (especialmente cuando no has hecho nada)
• Usa una retórica confusa (mensajes contradictorios)
• Niega todo
• Culpa a otros (de todo lo que salga mal, evidentemente)
• Exacerba las divisiones políticas y sociales
• Declara la victoria a medida que empeora la situación

¿Soy yo, o el listado anterior entraña una cierta familiaridad para quienes sobrevivimos en el actual contexto mexicano? “La construcción del aeropuerto es la más importante en el mundo”; “Reforma es un pasquín inmundo”; “Con el INSABI todos los mexicanos tienen garantizada su salud”; “El cubrebocas transmite una falsa sensación de seguridad, pero hemos recomendado su uso desde el comienzo”; “Las denuncias en contra de Salgado Macedonio son inventos de la oposición”; “No hay medicamentos contra el cáncer infantil porque los anteriores se robaron todo”; “Los abogados que defienden a las compañías extranjeras son enemigos de la patria”; “Ya domamos la pandemia”.

Afortunadamente, así como el gaslighting pasó de la psicología clínica a convertirse en una estrategia de manipulación política, me parece que las mismas herramientas que víctimas y profesionales han desarrollado para prevenir y defenderse de un abusador en sus vidas personales, bien podrían usarse contra el gaslighting político que enfrentamos.

Ariel S. Leve —periodista y autora norteamericana, y víctima de su propia madre quien toda su vida intentó alterar su realidad para manipularle— nos ofrece cuatro potentes acciones o principios para prevenir ser víctimas de gaslighting, especialmente en un mundo que parece estar sumergido en un caos permanente y en el que tratan de convencernos de que la realidad ya no es lo que aparenta:

• Permanecer desafiante
• Reconocer que el abusador nunca aceptará su responsabilidad
• No aceptar la simple promesa de que no volverá a suceder
• Mantenerse alerta y vigilante de la realidad

¿Soy yo, o las acciones que propone Ariel para enfrentar el gaslighting también entrañan una cierta familiaridad? Una feminista familiaridad.

México Feminicida

¿Quién más ha estado insistiendo en que el intento de borrar la realidad del abuso es peor que el abuso mismo? ¿Quiénes se han convertido en la oposición más férrea al “presidente más atacado de la historia”? ¿Quiénes han refutado exitosamente que se les descalifique como “títeres de la oposición”? ¿Quiénes hacen amurallarse a los gobiernos porque simple y sencillamente no aceptan la realidad ficticia que se les plantea? ¿Quiénes son prácticamente las únicas que siguen exigiendo una verdadera transformación y no aceptan simples promesas?

Parece que el feminismo siempre ha tenido la fórmula de la vacuna contra el gaslighting, y a todas y todos nos conviene inmunizarnos.

Por Paco Cué, @PacoCue 

Paco es politólogo por la UNAM. Le cuesta diferenciar de qué puede reírse y de qué no. Se siente muy orgulloso de formar parte del equipo de GIRE.


14 abril 2021


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