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Sí, hay que hablar de la menstruación.
Me encontraba en otro país, donde se habla un idioma diferente al mío. Fuera de la fecha en que la esperaba, llegó la menstruación. Para resolver el imprevisto, le dije a una joven, con la que coincidí en la cocina del hostal: “I need something for the period”, al tiempo que colocaba mis manos entre las piernas con la intención de ser más clara. Pese a mi temblorosa pronunciación, la joven entendió mi situación y me explicó que muy cerca había una farmacia donde podría encontrar lo que necesitaba. Mujeres ambas, padecimos la incomodidad del tema: yo, doblemente enrojecida, exponiendo mi intimidad para buscar ayuda; ella, lidiando con mi problema y teniendo que orientarme, ¡en italiano!
La menstruación avergüenza. Todas las mujeres la vivimos, sin embargo, hablar de ella desagrada. Si nadie se entera que estamos menstruando, mejor; pero si alguien llega a saber que estamos en “nuestros días” es probable que se le adjudique a “eso” el origen de toda reacción incomprensible. Incluso, hay quienes se alteran cuando se topan con la evidencia al pasar por el baño, y exigen discreción. Gracias a que en la reciente entrega de los Oscar se premió a “Period. End of Sentence” como mejor corto documental, se habló de la menstruación con todas sus letras y se aplaudió que se expusieran ante el mundo los tabúes que la rodean.
Conocer la situación que enfrentan las mujeres en la zona rural de la India nos ayuda a desmenuzar el tema y comprender que, además de existir desconocimiento e información errónea respecto a la menstruación, hay prácticas culturales que determinan las formas de vivirla. Si bien es loable el proceso de empoderamiento que vivieron las mujeres de la India al elaborar y usar un producto que incide en la eliminación de las barreras de acceso a la educación, no podemos perder de vista que en varias partes del mundo se considera a la menstruación como un evento patológico y esto ha erigido una gran industria que está capitalizando los dolores y las necesidades que los procesos corporales de las mujeres generan, pues abundan productos tanto para aliviarlos como para ocultarlos.
Por otro lado, debemos considerar que la información y los productos coexisten con las prácticas culturales y que éstas impactan profundamente en la manera como las mujeres y la sociedad abordan la menstruación, más allá de ser un tema tabú. Recuerdo a una mujer musulmana con la que coincidí en Kuala Lumpur; ella me contó que cuando las mujeres estaban menstruando tenían que apartarse y no acudir a la mezquita para evitar ofender a su Dios, y que estaba prohibido que alguien más viera su sangre, por lo que tenían que lavar las toallas desechables antes de echarlas al cesto de la basura. Para una mujer occidental como yo, esa forma de negar el cuerpo y lo que de él proviene podría modificarse con información, pero si para ella, como para otras mujeres que viven en contextos distintos al mío, no genera la más mínima preocupación, ¿qué hacemos con nuestros inquietantes deseos de empoderar a quienes tienen una visión distinta respecto a un tema que nos atraviesa a todas las mujeres?
Aplaudamos lo que visibiliza “Period. End of Sentence” y atrevámonos a cuestionar a detalle todos los aspectos que rodean a la menstruación: ¿A quién beneficia que este proceso corporal sea vivido como una enfermedad? ¿Quién saca ventaja de que sea un impedimento más para vivir en igualdad? ¿A quiénes, y en qué medida, corresponde brindar información y emprender acciones que contribuyan a fortalecer la autonomía de las mujeres?
Por Dunia Campos (@DuniaVerona)
Dunia es comunicóloga, doula y terapeuta. Colabora en la casa de partería Luna Maya DF y forma parte de GIRE.
25 abril 2019