Somos un blog con harto limón y feminismo. Nuestros temas favoritos son autocuidado, diversidad, menstruación, maternidad, infancias, amor romántico, política, derechos reproductivos y mucho más. ¡Ponle limón a tus días leyendo nuestras publicaciones!
En esta larga pandemia el espacio íntimo se ha transformado. Los hogares se han convertido en escuelas y oficinas, han sufrido una serie de transformaciones y adaptaciones físicas, pero también presenciales; nuestras familias han tenido que modificarse y hemos reconfigurado el acuerdo laboral con nuestras trabajadoras del hogar, cuya precariedad laboral se ha recrudecido con los efectos económicos de la pandemia. Esta vez entrevisté a trabajadoras del hogar y empleadoras, cada historia da cuenta de la resiliencia con la que han venido enfrentando la situación actual. El único objeto de esta entrega es recordar que no se trata de ser buena onda con nuestras empleadas, sino de respetar sus derechos. Echa un vistazo aquí: https://caceh.org.mx/wp-content/uploads/2020/06/CARTILLACACEHjunio.pdf
Sus nombres fueron cambiados para respetar el anonimato. Sirva este espacio para abrir paso a su voz.
A finales de marzo mi patrón me dice por mensaje que él hará cuarentena y que yo dejaré de ir a trabajar, le pedí apoyo económico o una despensa semanal, hace 12 años que trabajo con él. Me dijo que podía pagarme la mitad, siento que fue de mala fe porque luego me mandaba mensajes con la foto del depósito y no me contestaba cuando le preguntaba que cómo estaban, o que cuándo podría volver a trabajar. Me daba miedo que ya no me fuera a pagar porque yo soy sola y tengo que pagar mi renta y tengo a mis dos hijas que están chicas. Fueron 12 años, siempre di mi mejor esfuerzo. Hasta crié un tiempo a sus hijos. Él me decía que era yo su mano derecha en mantener su casa ordenada y limpia, su ropa y su comida.”
Pero sólo le pagaron durante abril y en mayo ni el saludo le devolvieron.
“Yo siento que no fue justo cómo me trató. Es una gran injusticia, él es doctor pensionado y labora en hospitales privados. Un día hasta pensé: ¿y si se murió? Fui a su casa porque me preocupé. Pero no se había muerto, y me pidió las llaves y pues ya se las di. Ahora vendo tuppers y productos de belleza. Hace un mes que se mudó mi prima acá con nosotros, ella sí trabaja en una casa y hace una semana sacaron a una vecina porque no completaba la renta, también se vino acá y entre las tres ahí nos echamos la mano.”
Después de 12 años de trabajar de tiempo completo Angeles se siente traicionada, pero no tiene tiempo de quedarse ahí; agradece que las condiciones la hayan llevado a compartir casa con otras dos mujeres con las que se siente acompañada.
“Hace 7 años que trabajo con la señora, me dijo que dejara de ir a la casa desde finales de marzo. Yo los extraño. En mi casa no me siento igual que cuando voy a trabajar. La señora me dijo que no era seguro que tomara la micro por mi diabetes y me sigue pagando desde entonces. Yo tengo 55 años pero no me canso, me gusta trabajar. Bueno, ahora sí me canso porque desde que empezó todo esto mis dos hijas me traen a mis nietos y yo tengo que hacer mi casa y mi comida, y ellas ya regresan tarde. Luego mi hijo el chico no tiene escuela, está en la secundaria…”
El esposo de Gloria era albañil, a finales de junio dio positivo a COVID, estuvo hospitalizado y falleció.
“Ahora vivimos con lo que me da la señora, pero ya no me siento bien de agarrar el dinero poque hace mucho que no voy y la casa debe de estar muy sucia, la señora me dijo que ella limpiaba, pero ella tiene su trabajo. Ahora estoy acá en el pueblo porque venimos a traer a mi esposo y no sé si regresar.”
Ernestina pensaba que a los 55 años la vida ya no cambiaría, pero le cambió. Su patrona le sigue pagando su sueldo completo.
“Yo empecé a trabajar en casas porque mi mamá me llevaba a acompañarla, entonces me pidieron que cuidara a unos niños y ya de ahí me seguí, creo tenía 14 años. Hace 5 años mi patrón con el que estuve mucho tiempo falleció pero me dejó bien recomendada y encontré trabajo pronto. Cuando empezó la cuarentena la familia con la que trabajaba me dijo que me quedara de planta, yo acepté pensando que duraría poco más de un mes. Le pedía a mi mamá que me cuidara a mi hijo de 5 años y me quedé con mis patrones. Le llamaba a mi hijo cada noche, pero luego ya no podía porque la señora me pidió que también les hiciera la cena y pues mi niño se duerme temprano.”
María de la Luz buscó formas de ver a su hijo, pero su patrona le pidió hacer cuarentena estricta con su familia.
“No aguanté y mejor le dije que ya no quería el trabajo. Me fui a vivir con mi mamá y mi esposo nos manda dinero del otro lado cuando puede. La semana pasada hablé a un trabajo y sí me dio ilusión, pero la señora me dijo que le tenía que prometer que no iba a trabajar en otra casa, ni salir a vender, que fuera en Uber y que me hiciera la prueba del coronavirus para poder presentarme. Pues a mí no me alcanza con lo de un día de trabajo, así que dije que no.”
María de la Luz lleva cuatro meses desempleada, vende ropa de segunda y cubrebocas que ella misma hace, a veces le prestan un carro de raspados, pero le da mucho miedo contagiar a su mamá.
“Trabajaba en cuatro casas a la semana, en todas me fueron diciendo que ya no fuera. Unos me pagaron el mes y otros nomás me dijeron que luego me hablaban y sigo esperando (suelta una carcajada). Sólo una señora, con la que iba tres días, me explicó que no me podría pagar completo porque a ellos les habían bajado el sueldo, pero me seguiría pasando algo todas las semanas.
A principios de agosto Jessica regresó a trabajar a esa casa con flexibilidad de horario y salario completo, pero sólo un día.
“Mi patrona sabe que tengo a mi hija y que mi esposo luego no está. Empecé a ir a su casa, pero la cosa se puso ruda porque mi hermano no podía cuidar de mi mamá, entonces se vinieron a vivir a mi casa y él sólo con un día de descanso, entonces mi mamá y mi hija de 8 años se quedaban solas. Un día mi mamá se cayó y se rompió el pie. Mi hermano me dijo que era mi culpa por no cuidarla. Mi mamá ya está grande y pues sí hay que verla. Entonces le tuve que decir a mi patrona que ya no iba a poder ir. Lo bueno es que me apoyó y me dijo que siguiera porque era mi derecho a trabajar. Yo no lo había pensado así, pensaba que primero tenía que cuidar a mi familia. Hablé con mi hermano y mi esposo para que me echen la mano, y hasta ahorita sí he podido ir un día a trabajar con la señora y me siento contenta.”
Jessica camina cuatro kilómetros el día que va a trabajar para llegar al hogar donde labora, su patrona le ha ofrecido recogerla en su casa, pero ella prefiere caminar y aprovechar para ejercitarse.
Por Cecilia Rodriguez L., @qkiss
Cecilia es comunicóloga, ama cocinar y darle la vuelta a las cosas para ver de qué están hechas.
4 septiembre 2020