Sobre los vínculos
Banner del blog “Sobre los vínculos”. Contiene la ilustración de una persona que se muestra triste sosteniendo un celular que tiene un mensaje que dice “se acabó nuestra amistad”.

Sobre los vínculos

Por Claudia León

Antes de iniciar este texto, me gustaría expresar que mi opinión se basa en mi experiencia vivencial y que, al igual que muches, me encuentro desaprendiendo sobre los vínculos afectivos. 

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Decidí escribir sobre este tema porque hace poco viví una ruptura amistosa (término que, para este texto, me permito inventar) con una gran amiga. Aún no sé qué me entristece más: si contar los años que llevábamos siendo amigas o revivir los momentos compartidos durante ese tiempo.  Este suceso me removió e hizo cuestionarme si soy una buena amiga, cuáles son las cosas que determinan una buena relación y sobre todo de dónde provienen los criterios para ello.  

Como buena millenial, acudí a la nostalgia y recapitulé las series y películas que pudieron establecer mis modelos de cómo tenía que verse la amistad. Reconozco que parte de mi capital cultural proviene de materiales audiovisuales estadounidenses que salieron en los años 90 y dos mil, por lo que Sex and the City moldeó en gran medida mis expectativas y constructos sobre los vínculos afectivos y sexuales que podrían aparecer en mi vida. Bajo la óptica del feminismo, claramente Carrie Bradshaw no contaba con la inteligencia emocional ni mucho menos con la interseccionalidad para darnos cátedra sobre las relaciones sanas. Por lo que, siendo una joven que aún no deconstruía sus cánones, lo que esa serie me brindaba era un prototipo, muy fuera de la realidad, del amor romántico.

En cuanto a su relación con las otras protagonistas, me agradaba observar y estudiar las diversas personalidades que tenían y cómo se desarrollaba su personaje de acuerdo a los encuentros y desencuentros amorosos que se les presentaban. Además me gustaba el hecho de que la serie empujó la idea, al imaginario colectivo, de que las amistades entre mujeres podrían darse sin ningún tipo de rivalidad, o al menos si existía se podría nombrar y dialogar con café en mano. Es por esto que “no puede evitar preguntarme: ¿acaso esta serie ayudó a derribar la absurda idea que el peor enemigo de una mujer es otra mujer?”.

Fotografía de Carrie Bradshaw de la serie Sex and the city, escribiendo en una computadora sobre un escritorio.

La respuesta es sí y no. Sí porque dejó de atribuir al género la complejidad y las capas de contradicciones que podemos llegar a tener y sentir los cuerpos feminizados. Y no porque la serie también idealizó de sobremanera los vínculos amistosos al grado de equipararse con el amor romántico. Y cuando se instauran estos estándares y constructos sociales hegemónicos no hay cabida para su cuestionamiento, y seguimos repitiendo roles y papeles asignados bajo la sombrilla de la/el buen amigue.

Antes de continuar con esta discusión, me gustaría darme un momento para expresar que la frase de “una mujer es la peor enemiga de otra mujer” es la más patriarcal e incongruente que puede existir. Porfis, dejemos de repetirla para que pronto sucumba del imaginario colectivo.

Prosiguiendo, además de los medios, los espacios de convivencia, la familia y las misma amistades perpetúan esta fantasía de lealtad, apego y vínculo con amistades, aunque sean tóxicas. Un tanto como el amor romántico, donde todo se reduce a frases como “las verdaderas amigas son para siempre” o compartir con tu amigue alguna joyería en forma de corazón dividido en dos pedazos, lo que puede ser equivalente a un anillo de matrimonio. Un símbolo tan normalizado que, además de su uso estético, puede mandar un mensaje de posesión: el corazón de esta persona  está ocupado por une mejor amigue, no hay espacios. No insista.  

Fotografía de dos dijes que al juntarse forman la frase “Best Friends”

Y no me malentiendan, no condeno los obsequios o las expresiones entre amistades, lo que quiero transmitir es que también estos vínculos pueden ser roles tradicionales y convertirse en clichés muy fuera de lo objetivo, lo cual que puede ser peligroso, porque el amor entre amigues también puede cegarte cuando te encuentras en una relación abusiva o desigual. 

Porque la idea de una amistad incondicional también se nos inculca como un cuento de hadas, donde el verdadero amor puede contra todas las adversidades. Lo cual es una falacia. Las mismas leyendas del amor romántico nos dan la razón: los vínculos que generamos deben construirse desde espacios seguros, sinceros y con charlas incómodas que ayuden a fortalecerlos. 

Dejemos de caer en el espejismo de que la amistad es inmutable, porque lo que es un hecho es que todo cambia, las personas nos transformamos, ya sea por factores internos, externos o estructurales; por esto es comprensible que a veces no tengas afinidad, o pienses similar, con la amistad que forjaste varios años atrás. Es posible que esa persona que conociste hace cinco años, hoy sea alguien muy distinto, lo cual llega a producir replanteamientos sobre el estado de su relación. Puede ser triste, pero no necesariamente malo.

A veces existen puntos de quiebre donde este vínculo ya no da para más, y está bien. Créanme, después de varias sesiones con mi terapeuta (TQM Wanda) puedo decir esto con seguridad: la amistad se transforma a lo largo de la vida, lo cual quiere decir que puede llegar a pausarse por un tiempo o acabar por completo. 


Esta reflexión constante me ha permitido deconstruir las generalizaciones sobre el deber ser de les amigues e identificar nuevas formas de construir vínculos afectivos. No me opongo: compartir con une amigue es algo muy lindo, tener momentos de complicidades, risas, disfrutar las salidas, las sustancias psicoactivas, los tatuajes y las anécdotas, es algo que te sube la dopamina de inmediato y te apapacha el corazón.

Por ello, valoro a las amistades que continúan en mi vida por decisión propia y no por la inercia de los años de conocernos, quienes no dan por hecho los vínculos afectivos y me han hecho reafirmar que no soy una mala amiga, simplemente soy una amiga. 

Como cierre: si estás pasando por una ruptura amistosa, espero que este texto te permita reflexionar con compasión, hacia la otra persona pero sobre todo hacia ti misma. A veces, crecer implica aceptar que hay vínculos que cambian, se enfrían o se transforman hasta volverse irreconocibles; cuidar un vínculo también implica saber cuándo dejarlo ir.

Fotografía de Claudia. Ella es una mujer joven que tiene el cabello a la altura del hombro y que usa lentes. Está sentada sobre una manta en un parque con árboles.

Autore

Claudia León (@claudiaporende) es procuradora de día y tejedora de noche (siempre con buena luz).  Interesada en descubrir espacios, personas y prácticas que cuestionen e incomoden las estructuras convencionales.

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