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El aborto y las redes sociales en México

octubre 1, 2019

MARIA DEL SOCORRO CASTAÑEDA DÍAZ

Qué complicado resulta tratar ciertos temas en México. Sin afán de hacer una crítica despiadada del modo en que nos comportamos en este país, y por supuesto sin intención de generalizar, encuentro que justo en este momento, precisamente cuando disponemos de mayores recursos tecnológicos que nos permiten estar informados como tal vez nunca antes, utilizamos precisamente eso, las Tecnologías de Información y Comunicación, para, por un lado, difundir información errónea e incluso falsa, y por otro, para expresar puntos de vista radicales que confrontan y demuestran que la polarización no es un mito ni una idea que está en el aire, sino que se “vive” en la medida en que el mundo virtual lo permite.

Entendámonos bien: las redes sociales no son tan “benditas” como dicen por ahí. Y por enésima vez me permito citar a Umberto Eco quien, en su momento, expresó claramente que éstas “le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los necios”[1].

Lo digo concretamente por las continuas e inútiles polémicas que se han generado a raíz de la despenalización del aborto en el estado de Oaxaca, que permitirá que el procedimiento se lleve a cabo antes de las 12 semanas de gestación, sea cual sea el origen del embarazo. Se trata de la segunda entidad en el país donde se abre paso a un tema tan trascendente, sobre todo considerando las condiciones sociales y culturales de aquella región de México. Así, por iniciativa de una mujer, la diputada Hilda Graciela Pérez, se aprobó la reforma al código penal, que, entre otras cosas, ayuda a “no criminalizar a las mujeres cuando deciden interrumpir el embarazo y […] evitar que los abortos se practiquen en condiciones insalubres”[2].

En Oaxaca, uno de los estados más pobres de México, ahora será posible que las mujeres que tengan hasta 12 semanas de gestación puedan acudir al Sector Salud a solicitar la interrupción del embarazo, por lo tanto, los hospitales públicos de aquella entidad estarán obligados a proporcionar asistencia a quienes así lo requieran.

Llama la atención, además, que junto con la diputada, la iniciativa fue impulsada por el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE), Mexfam y Católicas por el Derecho a Decidir, lo que nos deja claro que además, no todo en la Iglesia Católica está perdido, si es que algunas mujeres (que son la minoría, pero ahí están) se ocupan de temas tan importantes y mantienen una postura más acorde con la realidad sociocultural de un país que necesita mayor apertura.

El problema es cuando cientos de personas deciden mostrar su punto de vista en las redes sociales. Efectivamente, nada obliga a nadie a tomar en cuenta determinados contenidos, ni mucho menos a compartirlos, sin embargo, de repente ocurre que ciertos comentarios tienen repercusión y se “viralizan”, lo que implica que, queriendo o no, muchas personas nos enteramos de la opinión de otras, lo que termina en polémicas inútiles que llevan, por desgracia, a peleas sin sentido.

Ahí está el caso de la oaxaqueña Yalitza Aparicio, famosa por su participación en la película Roma, que le valió una nominación al premio Óscar. La profesora, que hasta el momento no ha desarrollado una carrera como actriz pero se ha vuelto una imagen que desde alguna parte han construido para hablar de inclusión (o al menos aparentarla) en todos los foros artísticos internacionales, celebró abiertamente la decisión del congreso de su estado natal, y por ello se hizo acreedora a un pesado insulto gratuito por parte de Francisco Cano Ail, dirigente del Consejo Nacional de Estudiantes Capítulo Yucatán, vinculado al Partido Acción Nacional (PAN). “Ojalá te hubieran abortado”, dijo el joven, quien por supuesto fue sancionado por su partido, desde el cual solicitaron su renuncia. Sin embargo, su comentario ahí queda, como uno de los muchos ejemplos de lo que puede ocurrir cuando las redes sociales son utilizadas con irresponsabilidad.

El problema es que el derecho de opinión que todos tenemos, de repente encuentra un terreno muy fértil para difundir nuestra posición como quizá ni siquiera imaginamos y cualquier comentario se amplifica en modo tal que somos, potencialmente, capaces de generar discusiones e incluso malestares entre quienes no comparten nuestra opinión.

A puro golpe de Twitazos y por supuesto también en Facebook, famosos y no famosos se dedican no solamente a mostrar sus puntos de vista, sino también a defenderlos, y eso no siempre resulta en situaciones sanas, particularmente cuando quienes comparten contenidos, lo hacen con base en la intolerancia.

Digamos que es francamente exasperante encontrar publicaciones que enfatizan la inconveniencia, por ejemplo, de que el aborto antes de las 12 semanas de gestación sea permitido en Oaxaca, sobre todo porque, por una parte, parece que quienes se ponen tan mal ignoran que en México, en 24 entidades federativas está ya permitida la interrupción del embarazo cuando éste representa peligro de muerte para la madre, mientras que en otros 16 estados es posible abortar cuando haya alteraciones genéticas graves y en otros 15 códigos penales estatales se consideran causas de aborto el riesgo a la salud de la madre o una inseminación artificial no consentida.

Pero a fin de cuentas, sea cual sea la razón de decidir un aborto, éste no debería dejar de ser un derecho de la mujer. Sin embargo, hay quienes definitivamente se pronuncian en contra de una decisión que a final de cuentas corresponde solamente a ellas, o en todo caso, la pareja que, de común acuerdo, decide lo que le parece más conveniente.

Por lo tanto, resulta desesperante encontrar en las redes sociales publicaciones que hablan del tema en términos casi medievales: “Dios, no permitas que el demonio se apodere de nosotros”, dice, por ejemplo, una de tantas entradas de Twitter[3] en la que, por supuesto, no faltan comentarios como “no entiendo por qué tenemos que estar discutiendo este tema, tan fácil es que no se bajen los calzones, tantos métodos anticonceptivos, tanto “empoderamiento femenino” y tan estúpidas que no saben prevenir un embarazo”. Tampoco falta el de la iniciativa legal que dice “¿Y qué tal si después del aborto las operan de una vez por ley? Digo, ya demostraron que como madres no sirven”. Obviamente, parecería que el embarazo es responsabilidad exclusiva de las mujeres, y que ellas y sólo ellas son los seres malvados e irresponsables que deben someterse a la tortura eterna y por supuesto al linchamiento real y virtual. Los hombres no pintan en esto jamás. No son ellos los violadores, no son ellos los corresponsables de un embarazo no deseado. Eso no se considera jamás.

Hay muchas páginas de Facebook que se declaran abiertamente antiaborto y está bien, porque cada uno tiene derecho a expresar lo que considera adecuado. Para eso se hicieron dichas páginas, en las que pueden reunirse las personas que así lo desean. Lo que no está bien es iniciar polémicas inútiles que empiezan cuando no solamente se difunden los contenidos, sino se expresan ideas a diestra y siniestra, con la intención de desatar discusiones.

Evidentemente es más sencillo aplicar el criterio de “si no me gusta, no lo veo”, antes de intentar convencer al otro de cambiar idea sobre todo en temas tan delicados, sin embargo, lo que resulta muy interesante desde el punto de vista estrictamente comunicativo es la facilidad con que se disparan sentencias y se dan por sentadas verdades irrefutables utilizando las redes sociales.

En lugar de ser un lugar para la discusión, Twitter y Facebook se han convertido en verdaderas arenas donde las personas pueden armar batallas campales. Es suficiente observar los comentarios de cualquier noticia que genera polémica para darnos cuenta de que, incluso quienes apenas y saben leer y escribir, son capaces no solamente de defender sus conceptos a capa y espada, sino que además, ofenden sin piedad a quienes sencillamente no comparten sus opiniones.

El aborto es, desde siempre, un tema que se presta a confrontaciones, pero en estos tiempos, la facilidad de comunicación que permiten las redes sociales pone en evidencia la intolerancia de las personas, que ahora sí, porque pueden, son capaces de calificar, clasificar y destrozar las condiciones de las mujeres que por alguna razón se ven obligadas a interrumpir un embarazo. Y recalco: “se ven obligadas”, porque hasta el momento no parece que quienes se someten a ese proceso lo hagan por gusto o porque no tienen nada mejor que hacer.

El respeto es una piedra preciosa. No se encuentra fácilmente en la vida real, pero en esa vida virtual que cada vez más personas tienen, resulta todavía más raro. Las pantallas se vuelven una suerte de escudo que permite que quien así lo desee, exprese lo que mejor le parece sin detenerse a pensar en quienes del otro lado de la pantalla podrían sentirse ofendidos. Como siempre, pongo en la mesa el tema de la educación porque, a fin de cuentas, siempre he creído que en ésta se encuentra la solución a muchos de los males que como sociedad nos aquejan. Sería interesante, entonces, que comenzáramos a considerar la posibilidad de someternos todos, jóvenes y adultos, a una especie de “alfabetización digital” que nos diera la posibilidad no solamente de manejar perfectamente los dispositivos electrónicos y conocer sus bondades técnicas, sino de calibrar lo que publicamos en las redes sociales, y aplicar criterios más maduros, pero, sobre todo, comprender que la vida virtual no se desarrolla en un territorio salvaje en el que podemos hacer y decir lo que queramos sin medir las consecuencias.

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