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Cuidado colectivo en tiempos de pandemia

agosto 3, 2020

Sabemos y sentimos que la crisis no es sólo sanitaria; la pandemia ha tocado los bolsillos y los afectos. Las pérdidas en lo laboral y lo familiar son cada vez más reales y cercanas.

Trabajar en la promoción y defensa de los derechos humanos siguiendo muy de cerca experiencias relacionadas con el dolor, la violencia, el abuso y las injusticias trae consigo momentos de estrés, frustración y agotamiento. No podemos ignorar el impacto físico y emocional de conocer historias de mujeres que mueren en el parto porque no hubo un transporte adecuado ni oportuno para acudir a recibir atención; de ver que los nacimientos siguen dándose en contextos de maltrato y saber que las decisiones que corresponden a la esfera más íntima no pueden ser tomadas sin riesgo de criminalización, entre otras tantas situaciones que, lamentablemente, son parte de la vida cotidiana en México y el mundo.

Más de cuatro meses han pasado desde que todas las actividades se realizan entre cuatro paredes y a través de una pantalla. Durante este tiempo hemos tenido que echar mano del autocuidado para no colapsar. Respiramos profundo y buscamos en la virtualidad espacios para darle cauce a lo que en la mente y el cuerpo se produce debido al distanciamiento social y los cambios en la rutina. Poco a poco nos damos cuenta de los estragos del confinamiento. Sabemos y sentimos que la crisis no es sólo sanitaria; la pandemia ha tocado los bolsillos y los afectos. Las pérdidas en lo laboral y lo familiar son cada vez más reales y cercanas.

Se ha acumulado el desgaste ocasionado por la interacción virtual y por el monitoreo de un sinfín de tragedias generadas por la pandemia y las constantes violaciones a los derechos humanos. Si ya teníamos claros los grandes retos para el ejercicio de los derechos de las mujeres, con la COVID-19 todo se ha recrudecido y ahora se requiere trabajar con mayor ahínco para mantener lo ganado, sin dejarnos vencer por el encierro, la angustia y el mal dormir.

Tener conciencia de las afectaciones que mujeres de distintas poblaciones y en diversos espacios están teniendo a raíz de la contingencia sanitaria es agobiante. De pronto, la desesperanza se convierte en el estado habitual. Las compañeras que son escucha y refugio no pueden tomarnos la mano para recordarnos que es normal sentirse así, que todo pasa y que nos tenemos unas a otras. Toca, pues, sacudir el cuerpo y tomar el cuidado de una misma con responsabilidad e inteligencia. Y en ese hacernos cargo de las múltiples emociones en tiempos de COVID-19, reconocer el valor y la fuerza del equipo que nos sostiene y del cual somos parte es fundamental.

Conservar la salud física y emocional es un asunto de competencia personal pero afortunadamente también es colectiva. Somos muchas las mujeres que, desde varios frentes, visibilizamos el impacto de la pandemia y trabajamos por crear un mundo más justo e igualitario. La certeza que nos da el mantenernos unidas en la lucha por realidades más amables puede ser impulso, asimismo, para reconocer nuestros logros. En estos días, reivindicar nuestros aportes es una práctica que sin duda contribuirá al bienestar personal y a la estabilidad como organizaciones.

Asirnos del cuidado colectivo es a la vez herramienta y camino para fortalecer nuestras luchas. Darnos tiempo y espacio para identificar cómo nos sentimos y qué necesitamos, en un contexto por demás adverso, nos permitirá continuar la promoción y defensa de los derechos humanos sin poner en riesgo nuestra salud. Lo que vivimos actualmente altera la vida cotidiana, el trabajo, la familia y los vínculos; sin embargo, sabernos parte de un equipo que nos importa y al cual le importamos ayuda a colocar el cuidado de sí y de quienes nos rodean en el centro de nuestro trabajo. Aunque a veces la realidad nos rebase, es importante construir rutas colectivas para salvaguardar nuestra integridad y el disfrute de la labor que desempeñamos juntas.

Quizás aún no sea posible encontrarnos en persona, pero ya sea en reuniones virtuales o por mensajes privados podemos destinar tiempo para compartir con nuestras compañeras los agobios, las alegrías, las reflexiones y las esperanzas asociadas a nuestro trabajo. Pensar en colectivo nuevas formas de defender los derechos humanos, sin pasar por encima de nosotras mismas y buscando reafirmar el entusiasmo, la creatividad y la sonrisa, hará de nuestra labor un movimiento sostenible y gozoso. En el cuidado de todas, vamos juntas.

* Dunia Campos (@DuniaVerona) es responsable de contenidos y campañas de @GIRE_mx.

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