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El orgullo de existir

junio 29, 2021
Formar parte de las disidencias sexo-genéricas nos ha enseñado a ser fuertes, a entender que nombrarnos importa porque llevamos el mensaje de que otras vidas son posibles en este sistema heterocispatriarcal.

Hace un par de años que la celebración del PRIDE (orgullo) dejó de ser exclusivamente el 28 de junio, ya que en un solo día no se terminaba de dar espacio y visibilización a cada una de las categorías que conforman la comunidad LGBTTTIQA+. Esto dio lugar a que ahora junio sea conocido como el mes del orgullo, en el que cada día se busca celebrar y conmemorar las vidas de todas las personas que nos hemos rebelado a los mandatos sexuales y de género.

Nuestro andar en el reconocimiento de los derechos humanos no es lineal, nos sucede lo mismo que en otras luchas. Algunxs ahora mismo están llevando a cabo una guerra mortal por el reconocimiento de sus existencias. De acuerdo con ILGA (Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex), 43 Estados del mundo no protegen ni criminalizan la orientación sexual de las personas, dos criminalizan de facto, 30 tienen una pena de hasta ocho años de prisión, 27 tienen como pena de 10 años a cadena perpetua y 11 contemplan aún la pena de muerte. Otros, aunque la legislación ya reconozca nuestra existencia, ponen trabas legales para reconocer las identidades trans, casarse o vivir en concubinato, acceder a servicios de salud, educativos y financieros, ejercer derechos políticos, y obtener justicia en caso de vivir algún tipo de discriminación o violencia ligada a la orientación o identidad.

Aunque la legislación mexicana en lo general reconoce los derechos humanos de las personas de las disidencias sexo-genéricas, el federalismo se ha convertido en la gran piedra en nuestrxs zapatos porque cada Estado decide qué hacer con nosotrxs. Como movimiento estamos intentando que otrxs compañerxs entiendan que el punitivismo no es la vía para erradicar la violencia que vivimos, pues es el Estado punitivo el que se nos voltea y nos mira como delincuentes. Son batallas agotadoras. En el día a día luchamos por el reconocimiento de nuestras identidades y el respeto a nuestros pronombres, que en la calle no seamos acosadxs por personas o policías, que en los Congresos se legisle a favor de nosotrxs y no seamos un punto más en una agenda política que no nos representa, y que, con todas las identidades que nos cruzan, al final del día no lleguemos a casa pensando que sobrevivimos un día más.

No queremos más aliadxs que sólo 30 días al año se pongan un pin de arcoíris o cuelguen alguna de nuestras banderas en sus oficinas para jactarse y presumir que son “progres”. Queremos que personas hetero dejen de hablar de nosotrxs como si fuéramos un experimento; que en las mesas, foros y congresos acerca de nuestras existencias haya pluralidad; que se entienda que “la comunidad” está presente en todo el territorio y es heterogénea; que no somos lxs fresas perversxs de la ciudad que un día regresan a “provincia” con ideas locas; que si las personas no tienen nada que aportar a nuestra agenda se hagan un paso atrás y permitan a otrxs expresar sus ideas. No queremos que nos defiendan, somos capaces de hacerlo por nosotrxs mismxs.

Formar parte de las disidencias sexo-genéricas y de otros grupos oprimidos nos ha enseñado a ser fuertes, a entender que nombrarnos y visibilizarnos importa porque llevamos el mensaje de que otras vidas son posibles y valiosas en este sistema heterocispatriarcal.

Que este mes del orgullo podamos hablar de los derechos de las infancias trans y las disidentes; de las lenchas, las bi y las pansexuales; de las personas no binarias y trans, y de otras formas combativas que existen en las comunidades, pueblos, ciudades, corporalidades, colores, resistencias y resiliencias.

Hoy, ya ni el acrónimo nos es suficiente. La lucha que las disidencias sexo-genéricas hemos dado en el tiempo y el espacio nos reclama complejizar nuestras demandas, tanto como complejxs somos en la cotidianidad, y no generalizar, ya que en esa acción borramos a otrxs. Nos exige aliarnos con otros movimientos y reconocer que, si las matrices de opresión persisten, ninguna, ningunx, ninguno seremos libres.

En medio de las narrativas que nos quieren condenar al olvido, la muerte y el dolor, no olvidemos el orgullo de existir. Al final, la reflexión que este mes nos deja es que hay que sentirnos orgullosxs de quienes estuvieron, están y estarán; de seguir luchando y politizando nuestras agendas para que, en el futuro, al ritmo de cada unx, las vidas de otrxs sean más sencillas sin dejar de ser combativas. Porque si algo sabemos las disidencias es luchar, bailar y celebrar. Seguimos aquí, aunque el sistema no quiera.

* Yolanda Molina Reyes (@applenindees abogada de documentación y litigio de casos de @GIRE_mx.

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