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Oda a la hora nalga

septiembre 7, 2018

Por: Omar Feliciano Mendoza (@tipographo)

Imagina que en tu ciudad las personas no se desplazan a sus trabajos al mismo tiempo para entrar a la misma hora, porque el Estado permite horarios flexibles y escalonados, también implementados por la iniciativa privada. Como parte de esta hipotética reforma laboral también se permitirían las jornadas laborales con un horario compactado de seis horas y semanas comprimidas, lo que, aunado al reconocimiento del teletrabajo, permitiría hacer más compatible nuestra vida laboral con nuestra vida personal, aliviaría las horas pico, y reduciría los tiempos de traslado, en especial en las ciudades.

Sigamos imaginando que no sólo se instauran candados para impedir despidos en los tres meses subsecuentes al parto, sino que también se implementan incentivos para contratar mujeres embarazadas. Esta imaginaria reforma laboral implicaría la existencia de licencias de paternidad de 4.5 semanas, y de maternidad de 18 semanas; una combinación de licencias parentales y trabajo de medio tiempo hasta que el hijo o hija cumpla tres años.

Finalmente, en este de ejercicio de imaginación las unidades de trabajo aseguran lactarios avanzados en los que encontraríamos un teléfono, escritorio, internet, además de licencias de maternidad para la lactancia materna exclusiva. Asimismo, cada dependencia o empresa asesoraría a madres y padres sobre el acceso a estancias infantiles a quien así lo necesite. Estos son algunos de los elementos centrales para una conciliación corresponsable que GIRE ha listado como buenas prácticas en su informe Horas hábiles.

En la semana el virtual presidente electo López Obrador anunció 50 puntos de austeridad, entre lo que mencionó que “los trabajadores de confianza laborarán de lunes a sábado y, cuando menos, ocho horas diarias”. Al respecto nos expresamos en las benditas redes sobre el impacto desproporcionado para las trabajadoras al no considerar medidas de conciliación corresponsable. Las respuestas fueron amplias y variadas, desde aquellos que decían que “los hombres también somos personas” hasta aquellas que tienen lo tienen muy claro: “Las mujeres no sólo trabajan ocho horas, dedican mucho de su tiempo al cuidado del hogar, los niños, los enfermos y ancianos”. Parece que sigue siendo difícil para muchos hombres comprender la doble jornada: lo cierto es que, de acuerdo a un estudio del Colegio de México, las mujeres trabajan 13 horas más a la semana que los hombres.

Hace 10 años volvía de mi estancia en Japón como estudiante investigador y, tras participar en un concurso, me integré a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos como Subdirector del programa de VIH/SIDA. Mi experiencia fue como la de muchos servidores públicos: mi vida personal desapareció con una jornada que a veces podía ser de hasta 12 horas (incluyendo el traslado), dependiendo de la carga de trabajo y las responsabilidades.

Como soltero viviendo con compañeras de departamento agradecí el apoyo que me dieron para lograr tareas de la casa tan simples como comprar un tanque de gas, porque el camión pasaba cuando yo tenía que estar en la oficina. No puedo ni imaginar la cantidad de energía y esfuerzo que se requiere para cumplir un horario similar mientras se cría a hijos y se atiende a un hogar. Tras mi experiencia enriquecedora en derechos humanos en la CNDH entré a trabajar a la Dirección Ejecutiva de Seguimiento de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, donde tuve una mejor experiencia en cuanto a los horarios de trabajo, pues a las 6 de la tarde se acababa efectivamente el trabajo, permitiéndonos tener más vida personal.

Sin embargo, nada es comparable con mi experiencia en GIRE que predica con el ejemplo muchas de las buenas prácticas mencionadas en nuestro ejercicio de imaginación. No sólo ha sido posible para mí desarrollar mi lado artístico (conocido como Franka Polari), sino que además me ha permitido crecer como profesional al flexibilizar mis horarios para prepararme en el fellowship de Data Cívica del año pasado, por ejemplo. Los horarios flexibles y escalonados me permiten evitar lo más pesado de la hora pico de la mañana y realizar algunos trámites administrativos.

México “trabaja” mucho con poca productividad: se privilegian las horas presenciales en el sitio de trabajo, lo que se conoce popularmente como hora nalga, es decir, el cumplimiento de un horario que no necesariamente se traduce en la realización de trabajo efectivo. En la sociedad de la información este esquema no debe reproducirse sino transformarse, no sólo con motivo de la productividad, sino por nuestra calidad de vida. Que las medidas para asegurar la austeridad republicana no se conviertan en una oda a la hora nalga.

@GIRE_mx

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