Bordando el cuidado
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Bordando el cuidado


Por Cecilia Rodríguez L.

Hablar sin miedo no es necesario para hablar con valentía; de hecho, pienso que hablar cuando una tiene miedo requiere más valentía. En Fruto las palabras fluyen entre distintas voces, historias y momentos, pero si algo tienen en común es esa valentía de mirar hacia dentro y hacia atrás.  

Empecé a leer con mucha ilusión después de haber escuchado a Daniela Rea, la autora, hablar sobre algunas de las historias que recoge acá y a los pocos párrafos supe que esta no iba a ser una tarea fácil, pero que valdría la pena seguir y llegar al punto final.

El tema de los cuidados, de la conciliación entre lo que somos para nosotras y lo que somos para les otres se explora, se problematiza y se cuestiona desde los feminismos desde hace tiempo; y aunque hay camino andado, aún nos queda mucho por pensar y resignificar. Es muy común esperar que los libros sean herramientas de consulta donde encontremos respuestas, explicaciones de cómo son las cosas, un poco así empecé a leer Fruto, pero este libro no explica lo que son los cuidados. Este libro es una invitación a que lo exploremos juntas. 

La normalización de que la capacidad de cuidar es intrínseca a la feminidad, que las mujeres cuidamos mejor que los hombres y que prácticamente es nuestra razón de existir está tan enraizada en la configuración social que cuando comenzamos a cuestionar su origen nos encontramos cavando un pozo que parece no tener fin. 

Daniela plantea una pregunta clave a la que vuelve muchas veces en el libro y que sirve de guía a las historias presentadas: ¿qué cuidamos cuando cuidamos? y se va engarzando con otras preguntas alrededor: ¿qué cuidan las hermanas cuando hacen alianza frente a la violencia de los adultos que deberían estar cuidándolas? ¿Qué cuidan las hijas cuando acompañan a una madre enferma en sus últimos días? ¿Qué cuidan las amigas cuando nos sentimos solas? ¿Qué cuidan las madres que buscan a sus hijxs desaparecidxs? ¿Qué cuidamos y cómo lo cuidamos? ¿Dónde está el límite entre el amor y el trabajo de cuidados? ¿Por qué el amor femenino debe ser cuidadoso y el masculino no?

Este es un trabajo arduo, me recuerda a esas escenas de mujeres bordando o tejiendo grandes mantas. Todas sentadas con sus propios hilos buscando entre sus pensamientos mientras las manos crean un hermoso y colorido bordado con el que alguien será cobijada. Daniela no sólo fue capaz de ir hacia sus propias entrañas, sino que buscó enlazarlas con otras, buscó que sus voces fueran bordando un texto que explora cuál es el sentido del cuidado.

Enlaza entrevistas, reflexiones y su propio diario. Entra a lo profundo e íntimo de su historia al mismo tiempo que explora las de sus compañeras. Sale a la superficie para tomar aire y buscar dónde las historias se encuentran, dónde apenas se rozan y dónde, incluso, chocan. Desde ahí elabora el significado del cuidado. Sin duda no es un libro que se lea de un sentón, al menos no conozco a nadie que lo haya logrado. Todas hemos tenido que hacer pausas, tomar un té, llorar un rato, mandarle un audio a alguna amiga en la que pensamos mientras leímos esa página en la que cerramos el libro… hacer una pausa en la lectura para salir a la superficie, tomar aire y ver ese lugar en el que nuestra historia de cuidados se hilvana entre las palabras del libro.

A las mujeres nos dan la tarea de preservar las condiciones para que la vida se dé mientras el Estado no reconoce los trabajos de cuidados como tales. Ese Estado al que sólo le importan, y en la menor medida posible, las mujeres que son madres, las que cuidan sin cobrar, las que invierten su tiempo  y ponen el cuerpo en un sistema que las maltrata. Las mujeres nos vamos haciendo mientras cuidamos en un mundo en el que lo femenino es relegado y maltratado. Debemos cuidar la vida en un sistema que se dedica a vulnerarla.

Daniela pone el dedo no en una sino en varias llagas cuando dice: “no todas somos madres, pero todas hemos cuidado, hemos sido cuidadas”. Por eso entrevista a mujeres de distintas edades y condiciones pero que han cuidado de alguien porque eso era lo que tocaba.

Uno de los grandes aciertos de este libro es el entretejido de las historias en el que las mujeres han puesto históricamente el cuerpo. Dice Daniela: “somos de quien cuidamos”, nuestros cuerpos se vuelcan en esa labor. Ese mismo cuerpo con el que marchamos, con el que vamos a trabajar, con el que enfrentamos y somos valientes; el cuerpo con el que criamos también es el cuerpo al que se le ha quitado su propio derecho a ser y decidir.

En algún momento, ya hacia las últimas páginas, Daniela confiesa que no quiere dejar de escribir este libro y pienso que yo tampoco quiero dejar de leerlo. Que podría ser infinito, que deberíamos de seguir preguntándonos y respondiéndonos, compartiendo y documentando este tema para siempre.

Así que sólo me resta decir: Dani, tejiste un universo del cuidado para cuidarnos, para cuidarte, así que: gracias.

 

Cecilia (@qkiss) es comunicóloga, ama cocinar y darle la vuelta a las cosas para ver de qué están hechas.


24 mayo 2023


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