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Sex and the City regresa. Las divertidas desventuras en el mundo de marcas High End de Carrie, Miranda y Charlotte (en esta ocasión sin Samantha) estarán de vuelta con la miniserie And Just Like that… El anuncio, a principios de este año, causó revuelo en redes sociales, y que muchas decidiéramos revivir la serie y preguntarnos cómo se posicionará ante un mundo más feminista.
Revisitarla veinte años después de su estreno puede resultar chocante y es, sin duda, una inmejorable oportunidad para reflexionar cómo ha cambiado el feminismo a la luz de una serie que fue icónica para muchas mujeres que rondaban los treinta. No me pregunten por qué, pero en un mundo tremendamente desigual, muchas se vieron reflejadas e identificadas con los cuatro personajes que eran sumamente privilegiados.
Vayamos al principio. Corrían los últimos años del siglo pasado cuando Sex and the City apareció en las pantallas. En ese entonces, 1998, poco se hablaba de feminismo con un público amplio. Los movimientos feministas con gran impacto y visibilidad, como MeToo, Marea Verde o Time’s Up, estaban lejos de tener condiciones para hacerse realidad. Así que la historia de la amistad de cuatro amigas neoyorkinas, de Manhattan, fue empoderadora en muchos sentidos, aunque la mayoría de las televidentes estuvieran lejos de poder comprarse un par de Manolo Blahnik.
El eje era la amistad, el amor, el apoyo y la complicidad de cuatro mujeres solteras que ponían en el centro de sus vidas sus carreras profesionales y, al romper estereotipos y no estar casadas cuando se acercaban a los 40 años, lidiaban con una sociedad que les imponía el mandato de ser madres, tener una pareja estable y no ser egoístas. En la trama, desde luego, siempre estaba esta tensión sobre la mesa, entre el deber ser y lo que ellas querían, el ideal de un hombre que las amara, la aspiración de formar una familia, mientras vivían una sexualidad más abierta y sobreponían sus intereses profesionales o hedonistas ante estos mandatos.
Resulta imposible resumir aquí cómo fue la evolución de la serie y sus personajes en los seis años que duró, pero al final de cuentas es innegable que, a pesar de romper estereotipos, cada uno de los personajes se acomodó a los mandatos sociales. También resulta que le dio al clavo porque el público cayó rendido y suspiró cuando la relación tóxica de Carrie tuvo un final feliz, cuando Samantha superó glamurosamente el cáncer de mama y reconoció que había hombres que valían la pena como para olvidar la poligamia, que la familia de Miranda la podría llenar igual que lo hacía su trabajo y que si una se empeña, como Charlotte, puede convertirse en madre a pesar los problemas de infertilidad y que, incluso, se puede ser feliz con un hombre que no cumple con estereotipos de belleza.
El regreso de la serie ha puesto sobre la mesa sus muchos tropiezos, pero también los muchos aciertos que nos permitieron aceptar que algunas mujeres aman más a sus zapatos que la idea de ser madres, que se puede ser una madre amorosa incluso cuando no le encantan los niños, que hay mujeres que jamás podrían lidiar con la maternidad y que, cuando es deseada, se hará lo imposible para lograr serlo. No obstante, este mundo más feminista le impone varios retos al regreso de la serie:
¿Qué piensan?
Por Brenda Rodríguez, @mothernidades, es politóloga, siempre trae las uñas pintadas, y no puede beber más de dos litros de agua al día porque se marea.
5 marzo 2021