Luces divina
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Luces divina


Por: Dunia Campos

Hace unos meses publiqué en mi perfil de Facebook una foto donde muestro mi cuerpo, con una de mis manos en el vientre y la otra sobre uno de mis senos. La palabra “Pronto”, seguida de puntos suspensivos, acompañaba a la imagen. Ninguna de mis publicaciones tuvo nunca la cantidad de reacciones y comentarios que ésta generó.

La foto habría sido una más en mi feed de no ser porque aparezco sin ropa, con el vientre voluminoso y una sonrisa enorme. El día que la subí y varios días después llovieron felicitaciones, bendiciones, emojis y gifs. Leí todos los comentarios, pero no confirmé ni negué las suposiciones de las personas que dejaron algún tipo de reacción en el post. También recibí mensajes privados, dentro y fuera de esta red social, preguntándome “para cuándo”, reclamándome el haber mantenido en secreto “la noticia” y hasta regañándome porque “eso” era una irresponsabilidad a mis casi 48 años.

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El revuelo que la foto causó entre mis familiares, amistades y otras personas que me siguen en Facebook hizo que me cayeran varios veintes respecto al impacto de exponer el cuerpo y, más aún, sobre el significado que cobra el mostrar un cuerpo que no responde al estereotipo ni a las exigencias de la industria de la perfección.

Para todas las personas que vieron la foto yo estaba embarazada: mi panza y mi expresión de plenitud, aderezados con la pública desnudez, significaban —única y obviamente— que transitaba la maternidad. Porque mostrar un cuerpo “así” se aprueba–admira–celebra–bendice sólo cuando viene en camino un bebé.

“Te ves radiante”. “Luces divina”. “Estás llena de vida”. ¿Acaso todo esto es posible exclusivamente cuando hay un ser formándose en los adentros de un cuerpo de mujer? ¿Dónde quedan las otras fuentes de vida y plenitud? ¿Qué hay de la dicha, felicidad y alivio que brotan en quienes se saben no embarazadas? ¿Qué lugar ocupan en el imaginario social el miedo o la preocupación ante un embarazo?

Una panza expandida que se exhibe como yo lo hice produce ternura, porque “claramente” aloja una nueva vida; y de no hacerlo para compartir la noticia de un embarazo, mostrarla sería una tremenda osadía–ridiculez. ¡Cómo se nos ocurre que para alguien tendría sentido lucir la gordura o la inflamación! ¿Quién —voluntariamente— se expondría de esta manera al juicio de la comunidad virtual sin estar embarazada?

Un cuerpo de mujer, desnudo, gestante: ¡todo bien! Pero, ¿cuál es la reacción ante un cuerpo de mujer, desnudo, no gestante, que además reta la normatividad? Al agradecer las felicitaciones y aclarar, en privado, que en mi vientre no había ningún bebé, la decepción y el enojo por “mentir” se hicieron presentes.

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Mencioné líneas arriba que tengo casi 48 años. Desde hace apenas una década he invertido tiempo, emociones y dinero en construir una relación con mi cuerpo que no responda —tanto— a los cánones de belleza o a lo que aprobarían o admirarían personas cercanas a mí. En relación al total, diez años me han resultado pocos para reconciliarme, aceptar y presumir mi cuerpo con todas sus huellas —incluidas las de la maternidad y otras batallas— en una sociedad que exige perfección y permanente juventud.

Cuando me di cuenta de lo que mi foto había provocado me sorprendí–bloqueé–frustré–divertí preocupé: qué gran poder tienen las redes sociales para inventar realidades; qué arraigada está la idea de que maternidad, gozo y plenitud son una misma cosa; qué desafiante resulta mostrarse “imperfecta”; qué terrible es que alguien más determine si una mujer está en el momento adecuado para ser madre; qué impresionante es que según lo que contenga o no un útero se celebre o desapruebe a la persona dueña de ese útero.

Sin querer queriendo, como me dijo una amiga: ¡rompí las redes! Sí, pero —sin hacer a un lado la belleza de la foto— el éxito de esa publicación responde, en gran medida, a los estereotipos de género que acechan los cuerpos de las mujeres. Por supuesto que me siento orgullosa de esa foto y de mi intrepidez. Sin embargo, más allá de los likes y las bendiciones recibidas, me queda claro que aún hay mucho por reflexionar–trabajar–desmontar para que todas, todos y todes nos sintamos libres de ser, en el mundo “de a de veras” y también en el que se construye en las redes sociales.

Fotografía de mujer cuerpo desnudo, una mano sobre el vientre y otra sobre uno de sus senos


Dunia Campos es comunicóloga y adoradora de ballenas. Dedica su tiempo libre a respirar. Le encanta el mar y hacer sonidos raros mientras come. Forma parte del equipo de GIRE.

30 junio 2022


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