Legados
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Legados


Por Melissa Ayala

Su cuerpo me pidió nacer, cederle el paso, darle un sitio en el mundo, la provisión de tiempo necesaria a su historia.
Consentí. Y por la herida en que partió, por esa hemorragia de su desprendimiento se fue también lo último que tuve de soledad, de yo mirando tras de un vidrio.
Quedé abierta, ofrecida a las visitaciones, al viento, a la presencia.

Se habla de Gabriel

Rosario Castellanos

¿Cómo fue tu nacimiento? ¿Alguna vez le has preguntado a tu madre cómo fue el parto? ¿Cómo vivió las horas previas, durante y posteriores a tu alumbramiento? ¿Cómo la trató el personal de salud? ¿Qué es lo que más recuerda? Jamás había pensado en esto; sin embargo, a raíz de un taller de escritura que tomé el mes pasado, le pregunté a mi madre y a mi abuela cómo habían sido sus partos, debo decir que no estaba preparada para sus respuestas y su deseo de compartirse conmigo.

Mi madre no vive en la Ciudad de México, por lo que aproveché una de sus visitas para preguntarle cómo había sido mi parto y el de mis hermanes; qué cosas recordaba, qué olores, qué colores, cómo iba vestida, qué fue lo último que comió antes de ingresar al hospital. Me sorprendieron las cosas que recordaba: el color de la bata, el olor a hospital, las luces brillantes y cegadoras del quirófano, la ropa que usó para salir del hospital, el coche al que se subió para regresar a casa.

Del parto de mi hermano me contó las casi 38 horas de contracciones y cómo ante un cuerpo exhausto pero una mente clara, aceptó que se le hiciera una cesárea para conocer a su primer hijo. De mi llegada al mundo me contó cómo recordaba lo apretado que se veía el cordón umbilical a mi cuello y lo rosa de mi piel, lo fuerte que lloré y lo hinchada que se veía mi boca. Pero la historia que más me impactó fue la del nacimiento de mi hermana.

Ilustración de un feto en posición de parto

Para no ahondar en detalles, mi hermana fue prematura y durante la cesárea mi madre vivió una emergencia obstétrica. Dado que el ginecólogo que la atendió era amigo de la familia, le había permitido a mi abuelo estar en el quirófano y presenciar el nacimiento de su tercera nieta; sin embargo, cuando las cosas se complicaron y, en medio de las voces de los médicos, mi madre recuerda cómo mi abuelo se apresuró a su lado y sostuvo sus manos prometiéndole que todo saldría bien.

La forma en la que me contaba la historia me conmovió al grado que me solté a llorar mientras ella continuaba narrando cómo mi abuelo le dio la certeza de que sobrevivirían tanto ella como mi hermana. No puedo comenzar a explicar la razón por la que esta historia me hizo sentir más cercana a mi madre, pero lo hizo. Sentí que me había compartido un pedazo de ella que nadie más conocía. Un pedazo de una historia que merece ser recordada y venerada.

Tres mujeres de diferentes generaciones sosteniendo un bebé

Siempre he admirado la fortaleza de mi madre, pero escuchar cómo vivió sus pospartos me hizo sentir una suerte de adoración por esa mujer que me crio y que nunca antes había visto tan humana; entenderla vulnerable y tener acceso a su acervo histórico de emociones fue profundamente conmovedor. ¿Por qué será que tan pocas personas sentimos curiosidad por estas historias?

Existe una relación directa entre las abuelas maternas y las nietas; cuando la abuela tiene a su hija en su vientre, la hija a su vez ya cuenta con los óvulos de los que posteriormente nacerá su hija. El escuchar los partos y pospartos de mi abuela y madre me hizo conectar con una parte de ellas y de mí misma que desconocía. Y todo a raíz de un estupendo taller de escritura.


Melissa Ayala es abogada feminista y catadora de mezcal y chilaquiles. En su tiempo libre le gusta correr y sigue en busca del mejor chocolatin de la ciudad. Forma parte del equipo GIRE.

@melissaayala92

Melissa Ayala


20 mayo 2022


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