Nos podemos mover, pero nunca tumbar
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Nos podemos mover, pero nunca tumbar


Por Rebeca Lorea

Es octubre de 2020 y la mayoría ya estamos enteradas de que en abril de este año se emitió un decreto de austeridad que ordenó recortar el presupuesto de varias dependencias y programas en un 75%. Ese enorme recorte ha afectado, entre otras, a las 35 Casas de Apoyo a la Mujer Indígena (CAMI) en México, que han tenido que cerrar sus puertas o arreglárselas para poder seguir haciendo su trabajo con solamente una cuarta parte de los recursos que tenían antes.

Así que en este espacio queremos compartir una breve muestra de qué son las CAMI, cómo trabajan, por qué son tan importantes y por qué debemos apoyarlas y seguir exigiendo que tengan el presupuesto que necesitan. Para ello, nos pusimos en contacto con Valeriana Nicolás Benito, coordinadora de la CAMI Manos Unidas, en Ometepec, municipio ubicado en la Costa Chica de Guerrero, colindante con el estado de Oaxaca. 

Las CAMI hacen la diferencia en los municipios y comunidades donde trabajan

Vale nos comparte: “las primeras cinco CAMI, entre las que está Manos Unidas, surgieron en 2003 como un programa piloto a partir de un diagnóstico para saber por qué se estaban muriendo tantas mujeres indígenas en el parto”. Le preguntamos a Valeriana qué pasaría si Manos Unidas desaparece por completo debido a la falta de recursos y cuál sería la alternativa de las mujeres en Ometepec. Nos contestó: “las mujeres se sentirían solas, sin apoyo, regresaríamos a 2003, o tal vez estaríamos peor”. 

¿Cómo eran las cosas en Ometepec antes de Manos Unidas?

“Cuando las mujeres lograban llegar vivas al hospital regional, tenían que esperar muchas horas para que las atendieran pues no había camas. Por estrategias de eficiencia del hospital, había más cesáreas que partos vaginales. A pesar de ser un hospital en un municipio en el que 30% de la población habla amuzgo o mixteco, el personal del hospital solo hablaba español y resultaba difícil que entendieran lo que estaban sintiendo las mujeres durante su parto y lo que necesitaban para hacerlo una mejor experiencia. Con esta falta de comunicación efectiva, además de otros prejuicios, se presentaron también casos de anticoncepción y esterilización forzada. Encima de todo, las mujeres relataban que el personal médico las maltrataba también verbalmente, diciéndoles, entre otras cosas, que no las atendería porque ‘no se habían bañado’”.

 

Imágen de Faro de la Costa Chica

 

Todavía hay retos para que el Hospital Regional de Ometepec brinde la atención de salud materna que se requiere. Sin embargo, hasta antes del recorte presupuestal de este año, Manos Unidas era un espacio donde se cubrían todas esas deficiencias del Estado. 

En Manos Unidas eran bienvenidas mujeres embarazadas de hasta 20 municipios de Guerrero y de Oaxaca. La mayoría de ellas amuzgas, mixtecas, tlapanecas y afromexicanas. Todas encontraban en Manos Unidas un espacio seguro donde alojarse junto con su familia los días que fuera necesario mientras llegaba la hora del parto. Ahí recibían atención de parteras y, una vez que iban al hospital, eran acompañadas por alguien de Manos Unidas para que apoyara con la traducción o con cualquier cosa que necesitaran.

En Manos Unidas también se brindaba apoyo a mujeres víctimas de violencia o a mujeres embarazadas que no tenían ningún otro tipo de apoyo familiar. Vale nos contó, por ejemplo, que han llegado a albergar a adolescentes durante todo su embarazo porque no tienen el apoyo de su familia.

Las CAMI cambian la vida de las mujeres

Además de los servicios de salud sexual y reproductiva que dan a las mujeres, las CAMI también cambian la vida de las mujeres que las conforman.

“Una de las cosas que más me inspira es que cada año hacemos dos o tres actividades internas en las que nos reunimos todas para convivir. Hay compañeras amuzgas, mixtecas, tlapanecas, afros y mestizas. Platicamos de nuestra vida y de cómo llegamos a Manos Unidas. Una de estas reuniones la hicimos en la playa, porque nos gusta estar en contacto con la naturaleza. Una de las compañeras amuzgas, adulta mayor, partera desde hace muchos años, estaba muy alegre porque era la primera vez que estaba frente al mar. Nos decía que ya estaba lista para morirse porque su sueño era conocer el mar y Manos Unidas lo había cumplido.

De lo que yo me doy cuenta en estas reuniones es que todas nos identificamos con nuestra experiencia de vida. Y eso es lo que nos une: lo que hemos pasado, lo que hemos vivido, eso es lo que nos ha dado la fuerza para estar hoy aquí y darle la mano a otras mujeres. 

Estamos cambiando vidas, somos un grupo fortalecido, pueden venir tormentas, que las va a haber, pero estamos muy cimentadas, y mientras estemos bien arraigadas en este suelo, nos van a mover, pero no nos van a tumbar. Esa es la fortaleza de Manos Unidas, que todas venimos de una experiencia de violencia pero que la sobrepasamos. Como dicen mis compañeras: “si yo pude renacer, otras mujeres también pueden renacer igual que yo”.

¿Por qué tenemos que seguir apoyando a las CAMI?

No faltan razones para apoyar a las CAMI. Sin embargo, es necesario mencionar que además del recorte presupuestal, la pandemia por COVID-19 está impactando en la vida de las mujeres indígenas y afromexicanas. Muchas de ellas están dejando de buscar atención médica en hospitales por temor a contagiarse. Otras buscan la atención con parteras de sus comunidades, pero la mayoría de las parteras son mayores y están más expuestas al contagio.

Manos Unidas tuvo que cerrar por completo entre marzo y junio por el recorte financiero, pero también porque algunas de las integrantes contrajeron COVID-19. Actualmente continúan brindando asesoría a víctimas de violencia y las promotoras siguen trabajando en sus comunidades con lo que tienen, aunque se hayan quedado sin las becas que obtenían a través del presupuesto federal. 

“Se tiene que creer en las CAMI porque son un proyecto de mujeres indígenas para mujeres indígenas, que somos las que estamos en mayor desigualdad social, y que ha cambiado la vida de muchas mujeres, las que apoyamos y quienes estamos aquí. Dejar sin recurso a las CAMI es un retroceso en los derechos de las mujeres. Es como cuando siembras una planta:  tienes que regarla para que crezca y para que te dé frutos”.

Para conocer más sobre el trabajo de las CAMI y cómo seguir exigiendo su permanencia, puedes visitar su página de Facebook: https://es-la.facebook.com/pages/category/Organization/Red-Nacional-De-Casas-De-Las-Mujeres-Indigenas-Camis-355435571267495/

 

Escrito por Rebeca Lorea, @rebeca_lorea es abogada feminista, originaria de Guanajuato, preguntona y acariciadora de perritos. Forma parte del equipo de GIRE.


29 octubre 2020


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