Pies para pedalear
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Pies para pedalear


Por Cecilia Rodriguez L.

Aprendí a andar en bici a los 30 años, al mismo tiempo que comencé a pensar en si quería ser madre. En aquel momento pensé que no podía convertirme en madre si no sabía andar en bicicleta. Ahora sé que de alguna manera intuí que la bici es una herramienta para encontrar libertad y autonomía, y si algo me parece fundamental de la crianza es darle a nuestras crías  herramientas que les permitan ser libres  y autónomas.  

 

En la Ciudad de México (CDMX) hace algunos meses en medio de la vorágine pandémica se anunciaba, con algún tipo de entusiasmo, que volveríamos a una nueva normalidad, concepto de por sí chiclosón que no ha terminado de quedar claro. Una de las cosas que sucedió fue que algunos gobiernos estatales implementaron ciclovías emergentes, y de pronto la bicicleta tomó un lugar importante en ese extraño retorno en el que hemos estado dando vueltas añorando la vida anterior a la COVID-19. La invitación a usar la bicicleta en lugar del transporte público se incrementó y la bici brillaba como el medio de transporte seguro, económico, ecológico, saludable y feliz que siempre ha sido (aunque en su historia el auto siempre se atraviese a empujarla). Ese brillo singular en este tiempo sombrío encontró el interés de miles de nuevos ciclistas de todas las edades y grupos sociales que decidieron usar la bicicleta como medio de transporte. 

 

Cuando la infraestructura de las ciudades se usa, va creando una cultura propia. Todas las ciudades del mundo han tenido que replantearse la forma y funcionamiento que deben tener para enfrentar la situación actual. En algunos casos han intentado transformarse, por ejemplo, cuestionándose sobre la conveniencia de hacer permanentes las ciclovías emergentes. Es el caso de la CDMX que convirtió Insurgentes en una calle completa: esto es una calle donde todos cabemos, hay espacio para automóviles, transporte público, peatones y bicicletas. Quizás parece poca cosa, pero tener una calle, aunque sea una, donde todos importamos, me parece un gran logro. Si existe espacio para movernos de maneras distintas, también existirá espacio para pensar y ser diversos. 

El incremento del uso de la bicicleta en estos meses de pandemia ha sido medido por  el Observatorio Ciudadano de Calidad del Aire. Las personas decidieron salir en bici en cuanto hubo infraestructura (precaria, pero la hay); se sintieron seguras y, entre junio y agosto, la movilidad en bicicleta sobre Insurgentes aumentó 191%, gracias a la ciclovía. Las personas tuvieron la oportunidad de transportarse de manera distinta y la tomaron. Mucho se ha dicho y se sabe sobre cómo cambian las ciudades cuando priorizan el uso de la bicicleta sobre otros transportes, y ya sé que están pensando “no somos Ámsterdam”, pero Ámsterdam no siempre fue la ciudad ciclista que es ahora. Tuvo un proceso de transformación decidido a cambiar su forma y su fondo, integrando a la bicicleta como factor de cambio. 

La bicicleta es una máquina que libera. Como dijo Susan B. Antony: “La bicicleta ha hecho más por la emancipación de las mujeres que ninguna otra cosa en el mundo”. Y es que en sus inicios la bicicleta le ofreció a las mujeres de finales del siglo XIX salir al espacio público con independencia. Tal fue el caso que una de las reacciones de la medicina patriarcal de ese entonces fue describir un extraño padecimiento llamado “cara de bicicleta”, que consistía en una desfiguración del rostro: “labios apretados, rostro enrojecido y ojos saltones con círculos oscuros por debajo”,  incluso se alertaba a las mujeres sobre que la bicicleta podría causar infertilidad y otros “males” como el orgasmo femenino… básicamente se inventaron montones de padecimientos sólo por el miedo a que las mujeres se apropiaran del espacio público y de sus propios cuerpos. 

Me encantaría decir que las cosas han cambiado para siempre y que las mujeres hemos conquistado todas las batallas, que usamos el cuerpo y la voz para ello, y que somos más libres que nunca. Pero no, todavía el camino es largo. La buena noticia es que lo podremos hacer montando una bicicleta que nos lleve a todos lados. 

Foto de El Universal – https://www.eluniversal.com.mx/galeria/metropoli/cdmx/con-rodada-nocturna-mujeres-protestan-contra-la-violencia-de-genero

Si has estado pensando en moverte en bici pero no terminas de animarte, aquí algunas razones que quizás te den el último empujón:

Garantiza traslados al aire libre manteniendo la sana distancia y bajando el riesgo de contagio por COVID-19.

Es mucho más económico incluso que el transporte público.

Haces ejercicio mientras te trasladas.

Reduces tu huella de carbono.

Mejora el humor y reduce el estrés.

No pagarás por estacionamiento.

Y siempre puedes hacer “cara de bicicleta”.

Hay varios grupos de mujeres organizadas alrededor del ciclismo, acá te dejamos algunos datos: 

https://www.facebook.com/mujeresenbici/

https://www.facebook.com/laruedavioleta/

https://www.facebook.com/CMASSMX/

https://www.facebook.com/MuchaMorra/

Además, puedes encontrar más información y apoyo para comenzar a moverte en bici con:

Bicitekas, Muévete en bici , BICIRED México,  y la Red de apoyo a Cicloviajeros MX.

Por Cecilia Rodriguez L., @qkiss

Cecilia es comunicóloga, ama cocinar y darle la vuelta a las cosas para ver de qué están hechas.


20 noviembre 2020


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