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Arrancar las hojas, quemar los libros

octubre 18, 2016

Por: Omar Feliciano (@tipographo)

“Allí donde queman libros, acaban quemando seres humanos”.

“Dort wo man Bücher verbrennt, verbrennt man am Ende auch Menschen”.

Heinrich Heine

“¡México sí! ¡Comunismo no!”, gritaban miles de personas convocadas por la Unión Neolonesa de Padres de Familia (UNPF), el Comité Regional Anticomunista y el Frente Democrático Anticomunista para protestar contra los libros de texto gratuito, era el 2 de febrero de 1962 y fue un conflicto destacado entre la Secretaría de Educación Pública y las organizaciones de línea católica que fueron vocales contra la educación laica y gratuita. De acuerdo a Roberta Garza, cuando el gobernador Eduardo Livas salió al balcón del Palacio de gobierno, el repicar de las campanas de la iglesia del Sagrado Corazón buscaron silenciarlo.

Hoy la misma organización, en alianza con diputadas de Acción Nacional, proponen arrancar páginas a los libros de texto gratuitos por tratar educación sexual: “se está pidiendo que se arranquen las páginas con contenido del cuerpo humano, sexualidad y métodos anticonceptivos. A los niños no se les puede hablar de la sexualidad en ningún punto”, aseguró Luz María Ortiz, presidenta de la UNPF. Las declaraciones serían risibles si no ocurrieran en el contexto adverso para los derechos reproductivos de las mujeres, por ejemplo, donde a las niñas violadas se les niega el aborto y se les persuade a ser niñas madre.

“Les hablan ya de todo lo que es el aparato reproductor femenino y masculino […] Nueve años, hablarles de todo esto a un niño de nueve años”, dice la presidenta de la UNPF en entrevista. En su análisis, la organización calificó imágenes de los grabados de Posadas como tenebrosas y aseguró que “Todo esto de lo oscuro, del miedo, del terror, va generando un estado de ánimo de depresión en los niños”, remata Luz María. No dudó en asegurar que lo que se busca es el “[…] adoctrinamiento sobre individuos manejables y esclavos” (sic).

Las declaraciones de las políticas al respecto tampoco son optimistas. La diputada local por Acción Nacional, Yanira Gómez, pidió quemar los libros. Así, como si se tratase del tribunal del santo oficio ejerciendo el control de las bibliotecas a través de su índice de libros prohibidos: “por siete o ocho vezes hemos quemado aquí en casa montones de libros”, escribió un inquisidor jesuita en Barcelona en referencia a la práctica; era el año de 1559. Desde entonces el ataque a los libros ha estado asociado a los momentos más oscuros de la democracia: el 10 de mayo de 1933 las juventudes hitlerianas quemaron libros del Instituto para la Ciencia Sexual, un precursor de la sexología y el movimiento de liberación homosexual (ahora movimiento LGBT).

En América Latina la quema de libros está asociada con las dictaduras que azotaron la región durante el siglo XX. El 30 de agosto de 1980 la policía de Buenos Aires quemó un millón y medio de ejemplares del Centro Editor de América Latina. Fue una de varias ocasiones; 4 años antes el ejército había quemado obras de Proust, Cortázar, Neruda, Galeano y Vargas Llosa. Luciano Benjamín Menéndez, jefe del III Cuerpo de Ejército aseguró: “De la misma manera que destruimos por el fuego la documentación perniciosa que afecta al intelecto y nuestra manera de ser cristiana, serán destruidos los enemigos del alma argentina”.

Este episodio sería un momento cómico más de la irracionalidad de los ultramontanos, sin embargo hay que ponerla en el contexto: la embestida en Veracruz para criminalizar a las mujeres con monjas en el legislativo para presionar a los legisladores, las movilizaciones en los estados a favor de la familia natural, y el ataque al concepto de género.

Al día de hoy, el embarazo temprano es uno de los principales problemas de salud pública en Nuevo León: 71 embarazos en adolescentes por cada mil mujeres embarazadas. En este estado el gobernador ha estigmatizado a las adolescentes embarazadas, como ya lo comentamos en este espacio: señaladas y perseguidas en un ambiente de pánico moral, avergonzamiento sexual y propagación de los mitos, la demanda insatisfecha de anticonceptivos está a la orden del día, en un entorno que recuerda los momentos más oscurantistas de la historia.

Arrancar las hojas y quemar los libros es una condena a la libertad de conciencia de las y los jóvenes que viven en un mundo saturado de información, sin acceso a recursos anticonceptivos para el ejercicio de sus derechos reproductivos.

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