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¿Primero las damas?

julio 11, 2016

Por: Mariana Roca (@SansSobriquet)

No sé si pasa por el apego, la filiación, la propiedad o algún tipo de reacción química en el cerebro, pero un padre considera de suma importancia que su descendencia lleve sus apellidos.

No sé cómo sea cuando una mujer tiene un hijo con un hombre que desde un principio decide continuar el embarazo con ella. Se da por sentado que la criatura llevará los apellidos de ambos y, como dicta la norma, que el del hombre irá primero que el de la mujer. Así ha sido históricamente en este país y en tantos otros. Existen casos más alarmantes como el de Francia, donde los hijos únicamente llevan el apellido del padre y la madre puede ser un accesorio colgado de un guión y reemplazable si esa hija contrae matrimonio y decide llevar el apellido de su esposo después de la rayita.

Para las madres solteras que registran y crían solas, el tema de los apellidos es bastante elemental, creo: el hijo o hija llevará los apellidos de ella. Pero cuando el hombre regresa después de que el hijo ha sido registrado hay una parte de ella que no quiere ceder: él no estuvo durante el embarazo, parto y posparto; los gastos, desde el primer análisis de sangre para confirmar el embarazo hasta la esponja del baño, pasando por consultas, parto, cuna, ropa y vitaminas corrieron sólo por cuenta de ella. La que se desvela todas las noches con él y se va a trabajar con un nudo en la garganta (aunque lo deje bien cuidado) es ella. ¿Con qué cara viene este sujeto a pedir los premios, las sonrisas y, sobre todo, la progenie?

Sin embargo, creo que a todos nos gusta sentirnos parte de un clan, y parte de eso es apellidarse igual que tus padres (o madres), además del derecho a la identidad que viene acompañado de los apellidos. Pero un pero no descarta otro pero, y aunque los hijos son de los dos, debería valerse hacer el cambio dejando el apellido materno primero. Les aseguro que ante la propuesta, la mayoría de los hombres responderá que no. Pero, ¿cuáles son los argumentos lógicos para que un apellido vaya primero que otro? Más allá de los usos y costumbres de la sociedad, ¿cuál es el beneficio, el propósito, la intención, para que el señor vaya antes de la señora? La mayoría de los papás no tiene argumentos válidos, y el gobierno del otrora llamado Distrito Federal, tampoco.

En 2014 se presentó una iniciativa de ley que permitiera a los nuevos padres de familia decidir de común acuerdo el orden de los apellidos. Ésta tuvo un dictamen positivo y fue aprobada en el pleno. La Asamblea Legislativa del Distrito Federal modificó el Código Civil local para que los padres elijan libremente el orden de los apellidos de sus hijos. Pero esta ley nunca se publicó, pues la Consejería Jurídica y de Servicios Legales capitalina consideró que la medida generaría discrepancias en la realización de diversos trámites ante autoridades federales. Es decir, los formularios piden apellido paterno y apellido materno y la gente iba a confundirse poniendo primero el segundo apellido.

¿Qué hay detrás del rechazo a esta iniciativa de ley? Como no existen argumentos reales y fundamentados, yo le digo qué hay: machismo.

Y es que este problema no es sólo para las madres solteras. Cuando una pareja de hombres tiene un hijo, ellos pueden echar un volado, acomodarlos en orden alfabético, escoger el más armónico o de mayor abolengo y así quedará registrado el hijo. Cuando una pareja de mujeres tiene un hijo, éste deberá llevar primero el apellido de la madre gestante y después el de la otra, como si la primera fuera la oficial o titular y la otra una sustituta. Esa es la regla:

Cuando hay un hombre y una mujer, él va primero.

Cuando hay dos hombres, ellos pueden decidir entre iguales.

Cuando hay dos mujeres, la biología manda.

Los hijos son del hombre (aunque los geste, los para y los cuide la mujer) y en una sociedad que se dedica a promover de palabra la igualdad, debería haber acciones que la incentiven.

La semana pasada, en Puebla, una mujer ganó un juicio de amparo y logró que su hija lleve primero su apellido y después el del papá. Su caso es muy parecido al mío, con la enorme salvedad de que yo sí tengo el apoyo de la otra parte. Sin embargo, su misión fue complicada y la mía también. Realizar una rectificación de acta de nacimiento cuando un padre decide reconocer a un hijo implica que el señor acuda al registro civil, solicite el trámite y tantán. Ni tiempo, ni dinero, ni esfuerzo. Pero para que quede el apellido de la madre al principio habrá que presentar una solicitud, esperar la negativa, pagar un abogado para presentar una demanda de amparo y es un trámite que podría llevar hasta dos años. ¿Qué pasa durante todo este tiempo con la identidad de los niños y niñas?

Al final del día, si pueden cambiar una ciudad de nombre, constitución y estatus, ¿por qué no podemos cambiar los formatos? No es argumento suficiente y, una vez más, sólo desdibuja a la mujer y refuerza la noción de un patriarcado que sólo existe en la teoría, pues la mexicana es una sociedad donde las mujeres salen al quite en igual o mayor medida que los varones.

 

* Mariana Roca, Comunicación de @GIRE_mx.

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