Casa Frida: un refugio para el orgullo y la resistencia
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Casa Frida: un refugio para el orgullo y la resistencia


Por Karen Villalobos

Pareciera que ya es muy tarde para hablar de lo que la pandemia por COVID-19 nos dejó, como el recrudecimiento de las distintas violencias, la crisis del sector salud, el fin de ciertos financiamientos públicos, la capacidad de socializar y sentir como nuestro el espacio público. Pero no todo fueron pérdidas: muchas resistencias se mantuvieron vivas y otras surgieron como una bocanada de aire.

El 13 de mayo de 2020, Casa Frida surgió como una respuesta inmediata a las violencias socioestructurales que enfrenta la comunidad LGBTIQ+, agudizadas durante la emergencia sanitaria. Nunca imaginaron lo que sucedería después…

El refugio abrió sus puertas como una medida urgente y emergente desde la propia sociedad civil organizada, las comunidades y las redes feministas que buscaban hacer frente a una crisis que, aunque no era nueva, traía consigo otras problemáticas.

‘‘Nosotres decidimos dar un siguiente paso a la construcción de un espacio libre, digno y seguro para todas aquellas personas que ya no podían quedarse más tiempo en casa o que se encontraban a punto de quedar en una situación de calle o extrema vulnerabilidad que ponía en riesgo su vida y su integridad’’: Raúl Caporal, director general de Casa Frida.

Si bien la emergencia sanitaria orilló a la creación del refugio para la comunidad LGBTIQ+, éste se ha ido forjando como un espacio colectivo y de justicia social para la atención integral a víctimas de la violencia. No hay un solo día en el que no se reciban solicitudes de acompañamiento u orientación de personas LGBTIQ+ y mujeres cis heterosexuales que buscan vinculación hacia otros servicios públicos, hospitales o espacios seguros.  

‘‘Cada día en Casa Frida hay un equipo multidisciplinario poniendo el tiempo, el cuerpo y la energía para poder responder a todas las solicitudes que nos llegan, y de ellas profundizar y analizar qué tipo de acompañamiento necesitan. En muchos casos se requiere de un espacio inmediato para salvaguardar su vida y su integridad. Es así como diariamente nuevas personas ingresan a nuestros espacios de refugio. Aquí nos levantamos todos los días a ayudarnos unos a otros, a cocinarnos un desayuno como si estuviéramos en casa’’.

Fotografía en Instagram de Refugio Casa Frida. Dos personas cocinan y otra persona espera su comida. Se les nota sonrientes.

En el refugio el grupo etario más grande es el de jóvenes y adolescentes entre los 18 y 29 años que fueron expulsados de sus casas por sus familias, o bien decidieron irse porque su integridad y su vida estaban en riesgo. Frente a la narrativa de que la comunidad LGBTIQ+ busca romper con la familia, Casa Frida trabaja en la recuperación de los canales de comunicación familiar, desde la profesionalización y el acompañamiento comunitario, colocando en el centro de la toma de decisiones a la persona que se está acompañando. 

‘‘Actualmente 33% de las personas usuarias logra egresar de Casa Frida con un acompañamiento integral basado en la recuperación de las relaciones familiares mediante la generación de acuerdos basados en el amor, el cariño y el respeto. Logramos que las personas vuelvan a sus casas de una forma segura. Las madres y padres que en algún momento violentaron a sus hijes, hoy son grandes aliades de Casa Frida’’.

Las madres que acompañan las marchas de la comunidad LGBTIQ+ con sus carteles regalando ‘‘abrazos de mamá’’ son también resultado de estos procesos de diálogo y amor que se construyen desde espacios como Casa Frida. 

Un refugio en la frontera para toda la comunidad

A la fecha, 70 países del mundo aún tienen leyes que criminalizan a las personas por su orientación sexual, por lo que a México llegan también diversas personas LGBTIQ+ provenientes del Norte de Centroamérica, de Rusia y República Checa que han sufrido persecución por esta causa. En países como Guatemala y Honduras es ilegal contraer matrimonio con personas del mismo sexo; en Nicaragua, las marchas del orgullo son reprimidas con fuerza, y en El Salvador ser persona trans es una condena de muerte.

Aunque más de la mitad de las personas usuarias de Casa Frida son mexicanas, principalmente mujeres transgénero que huyen de las dinámicas del crimen organizado y la trata de personas, 45% son también solicitantes de la condición de refugio por razones humanitarias. 

El 24 de enero de 2021, Terrence y Khymarley llegaron al aeropuerto de la Ciudad de México después de que intentaran incendiar su casa en Kingston, Jamaica. Las personas que viajan de Jamaica a México no requieren visado, así que ellos compraron sus vuelos mirando a nuestro país como un lugar más seguro para la comunidad LGBTIQ+. Al arribar, personal de migración los retuvo sin motivo alguno y fueron separados e interrogados en español, negándoles su derecho a la traducción. Huir de su país no fue sinónimo salvación.

Terrence y Khymarley vivieron un proceso de detención ilegal y fueron deportados pese a explicar, como pudieron, que habían llegado solicitando refugio debido a que por su orientación sexual su vida había sido puesta en riesgo extremo. Después de varios intentos legales, mediáticos y de recaudación de fondos, Casa Frida logró que se abriera su caso y se les permitiera establecerse en México. 

El equipo de Casa Frida a Terrence y Khymarley. / Foto: Facebook (Casa Frida)

Frente a estas historias que se repiten una y otra vez dentro y fuera de México, en donde las personas en tránsito viven violencia, xenofobia, racismo, misoginia, discriminación por edad, marginación socioeconómica y aislamiento de las redes de apoyo, a 25 kilómetros de la franja fronteriza con Guatemala, en Tapachula, Chiapas, Casa Frida conjuntó esfuerzos para abrir un segundo espacio que buscar hacer frente a la crisis migratoria actual. 

Ha sido una lucha constante pues el financiamiento de Casa Frida depende de la solidaridad de la sociedad civil, sin embargo, quienes componen el proyecto intentan levantar y sostener espacios seguros para la comunidad LGBTIQ+ de todas las geografías. 

423 personas LGBTIQ+ refugiadas, 349 personas reintegradas, 514 sesiones psicológicas, 51,120 platillos servidos son sólo algunas cifras de la atención que Casa Frida ha brindado desde su apertura. Detrás de ellas están las historias de cientos de personas que resisten y luchan cada día frente al abandono institucional y las violencias homolesbobitransfóbicas. 

‘‘Hoy no voy a la deriva, hoy si me aceptan, me van a aceptar como soy; no llego con la espada desenvainada… llevo amor, llevo mucha responsabilidad, hoy navego con la bandera de la comunidad y donde quiera que esté voy a hablar de Casa Frida’’: mamá Vanne, mujer trans, beneficiaria de Casa Frida, quien fue consejera de todes.

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@Karenvillalobs es periodista independiente, feminista y acompañante. Siempre con tenis y ánimo de contar las otras historias. Forma parte del equipo GIRE.

Karen Villalobos


2 septiembre 2022


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