La lupa con que miras
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La lupa con que miras


Por Valentina Gómez y Mariana Roca C.

Little Fires Everywhere ha estado presente en varias conversaciones recientes. Sí, otra vez estamos hablando de lo que vimos en la tele, pero es que la serie (que llegó a México en el mes de julio por Prime Video) ¡está de maratón! Si ya la viste, sabes de lo que estamos hablando. Si no la has visto, haremos todo lo posible por evitar el spoiler, pero no es posible prometer nada… 

 

Protagonizada y producida por Reese Witherspoon y Kerry Washington, esta serie adaptada en la década de los 90 (basada en la novela homónima escrita por la norteamericana Celeste Ng) habla de ochenta cosas a la vez: racismo, aborto, clasismo, conciliación entre la vida laboral y la personal… pero, fundamentalmente el tema es el prejuicio. ¿Desde dónde creemos ayudar y cómo? ¿Cuál es el fin último cuando decidimos tender una mano a otra persona? Y, si retiramos esa misma mano, ¿qué esperamos que ocurra? 

La serie, filmada preciosísima, en casonas hermosas de una pequeña ciudad en Ohio, es un clarísimo ejemplo de “pueblo chico, infierno grande”, por la peligrosa cercanía entre vecinos que invita al juicio. La primera escena muestra la casa de Elena (Witherspoon) ardiendo, mientras nos presenta la primera incógnita: ¿quién es Izzi y qué fue capaz de hacer en esta ocasión? 

 

Créditos y comienza la historia cuatro meses antes, donde ya chocan las ideas preconcebidas con las personalidades que cuesta más trabajo aceptar, donde la familia perfecta depende de la falta de participación del varón en la crianza y del sacrificio de la mujer en lo relacionado a su carrera profesional.

Ese mismo día, Mia (Washington) llega a la vida de Elena (no vamos a decirles cómo). Mia es madre soltera de una adolescente, no sabemos de dónde vienen y, al parecer, ellas mismas no saben a dónde van. 

Conforme se desarrolla la trama, nos enteramos de la historia de ambas familias y vamos, inevitablemente como felices y despreocupados espectadores, juzgando a ambas mujeres. 

Estamos frente a una mujer blanca y una afroamericana, y cualquiera puede imaginar que la situación de una no es tan privilegiada como la de la otra, pero no se dejen llevar por sus propios prejuicios. Quizá les sorprenda saber que la aparentemente afortunada vive huyendo de forma permanente: de su propio cuerpo, de sus deseos, ambiciones, de sus emociones y, sobre todo, del qué dirán.

A estas alturas, hay que confesar que la ingenuidad nos llevó a pensar en lo maravilloso que sería que se volvieran amigas. Imagínense qué significativo podría ser para ambas reconocer en una mujer tan distinta a una aliada. Y en un inicio pareciera que así será. Sin embargo, conforme avanza la historia, Mia y Elena parecen competir por ver quién era más chucha cuerera y terminan prendiéndole fuego a cualquier posibilidad.

 

¿Y la vida reproductiva?

Una mujer casada tiene tres hijos. Acaba de volver al trabajo, donde de por sí no se la ponen muy fácil que digamos, cuando se descubre embarazada por cuarta vez. Ella quiere interrumpir ese embarazo, pero cuando pide ayuda a su madre ésta le responde que el aborto no es para mujeres “como ellas”. ¿Será que el privilegio también se impone entre las mujeres y su posibilidad de decidir? Al final, a pesar de que el aborto es legal, de que no quiere más hijos, de que se siente sola en la labor de la crianza, continúa con el embarazo. 

Haber gestado a alguien que nunca quisiste conocer y que en realidad no te cae bien, sin importar su personalidad, debe ser una enorme complicación y Elena no tiene miedo a que se le note el desagrado. No soporta ni la forma de ser ni de hablar ni de vestir ni de relacionarse que tiene su hija. Criar es de por sí una de las actividades más solitarias del mundo, pero si no haces equipo con el ser que estás criando, debe ser alarmantemente peor.

 

Años después una de las adolescentes desea interrumpir un embarazo. Ubiquémonos: ella pude acceder a un aborto sin ninguna objeción, pues es legal y cuenta con los medios para hacerlo. Sin embargo, se ve forzada por su (in)consciencia a dar el nombre de alguien más, porque “pueblo chico”. ¿Qué pasa después? La legítima dueña del nombre (que no abortó) y su madre la cuidan durante la noche, la apapachan y no, estimades lectores, esta serie no tiene pisca de comedia y esta noche de amor no resulta en disculpas merecidas ni en un acercamiento de ningún tipo. Al contrario. El aborto de una adolescente se convierte en una herramienta para lastimar a las mamás. ¿Cómo? Por los miles de prejuicios que rodean la interrupción de un embarazo, incluso en medio de la legalidad. ¡Habrase visto! Una adolescente que tiene sexo, se embaraza y decide no ser madre en ese momento en que no tiene claridad de cuál es el siguiente paso en su vida.

Por otro lado, tenemos que Mia comenzó el maravilloso viaje de la maternidad gestando para otra pareja. Sin afán de estropearles la trama, diremos que escenas más tarde la vemos teniendo sexo en un auto con un sujeto evidentemente no muy cercano, y con la nenita que despierta en el asiento trasero. ¡Qué fácil fue pensar que qué clase de pésima persona haría algo así! Pero, ¿saben quién? Una mujer que no tiene dónde vivir, que no tiene con qué darle de comer a su hija ni con quién dejarla mientras sale a trabajar. 

Hay muchos hilos de dónde jalar y criticar o tomar partido. Cada una de las historias tiene muchas aristas y detalles con los que podremos o no estar de acuerdo. Little Fires Everywhere nos deja con hambre de más drama, con la angustia por el destino de sus personajes y con la claridad de que quienes viven en el privilegio deben tener mucho cuidado con ello. No basta con ayudar a otres, hay que saber hacerlo sin tratar de contagiarles ni convencerles de que tenemos una mejor existencia y por lo tanto somos mejores seres humanos. 

La sociedad marca unas pautas en las que no todes debemos encajar. Más allá de la invitación a ver la serie, si no la han visto, les invitamos a observar el propio privilegio y a ser cuidadoses con cada una de nuestras acciones. Es muy fácil criticar lo que no sabemos, pero depende con la lupa con que se mira, ¿no?

 

Artículo escrito por Valentina Gómez (@vickie129g) y Mariana Roca C. (@MarianaRocaC)

Valentina acosa con afecto a su gata Caramela. Ama hacer manualidades mientras come chocolates con vino rosado. Es abogada y feminista. Forma parte del equipo de GIRE.

 

Mariana es una devoradora de libros con fuertes inclinaciones por el control remoto. Tiene una relación poliamorosa con la literatura y los derechos humanos. En GIRE está a cargo de la movilización de recursos.

 

 


21 agosto 2020


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